Francisco no admite la dimisión de Reinhard Marx: tú lo has estropeado, arréglalo. La técnica del Papa muy arreisgada y muy argentina: nunca rompas la cuerda
Mañana del jueves: el Papa Francisco no admite la dimisión de Reinhard Marx, arzobispo de Munich y antiguo capitán del cisma alemán contra Roma, perdón de la sinodalidiad (¡Vaya palabro!) contra el Papado. Gran sorpresa, porque los que somos de mente simple, y tras las canalladas del clero alemán contra el Pontífice, pensábamos que éste tardaría dos minutos en aceptar la dimisión y mandar al padre Marx a freír espárragos. Pero Francico es argentino y, además, es Papa: le ha respondido que si dimitió por la pederastia clerical, lo que tiene que hacer es luchar para acabar con esa barbaridad, mínima, ciertamente, sobre todo en España, pero, a fin de cuentas, barbaridad. Y de postre: tú, como jerarca de la Iglesia alemana, también eres responsabe de lo que ha ocurrido. Traducido: tú lo has estropeado, arréglalo.
La técnica del Papa es muy arriesgada y muy argentina: nunca rompas la cuerda. El Papa podria excomulgar a toda la Conferencia Episcopal alemana que le reta, una semana sí y otra también. ¿Cuál es el peligro? Resulta evidente: el peligro es que, mientras los rebeldes no rectifiquen, pero Roma no les ponga en interdicto, se corre el riesgo permanente de que el pueblo fiel, la grey, considere que, después, de todo, si Roma no les fusila (en sentido figurado, se lo aseguro) tampoco estará tan mal lo que hicieron y hacen los católicos cismáticos alemanes, que son más pesados que los indepes catalanes... por citar un ejemplo.
Dios no cambia. Por tanto, es el hombre, la humanidad, quien debe adaptarse a él. ¿Comprendes Reinhard?
En cualquier caso, “la Iglesia no puede moverse con los tiempos por la sencilla razón de que los tiempos no se mueven… No necesitamos una Iglesia que se mueva con los tiempos, necesitamos una Iglesia que mueva al mundo”.
Sí, es de Chesterton, en mensaje enviado a la iglesia anglocatólica, poco antes de su conversión a Roma. También la Iglesia de aquel tiempo, o al menos parte de su jerarquía, suspiraba por modernizarse, por ir al paso de los tiempos, por no quedarse anticuada.
Dios no cambia. Por tanto, es el hombre, la humanidad, los que deben adaptarse a él. Y las Iglesias que se desvirtúan -nunca mejor dicho por no quedarse anticuadas- simplemente se mueren.
No sintamos la urgencia del progresismo idiota, de la actualidad. Lo relevante es que la actualidad se adecúe a los principios inmutables
Viene todo esto a la renuncia a su obispado de Munich, de Reinhard Marx, el que fuera presidente de la Conferencia Episcopal alemana y capitán del cisma alemán. Marx se despedía asegurando que la Iglesia debe adaptarse a los tiempos. Y lo decían en tiempos de Chesterton un siglo atrás. Las misma tonterías con los mismos efectos, en un lapso de 100 años. Pero los tiempos no se mueven, somos nosotros los que nos movemos por el tiempo.
No sintamos la urgencia del progresismo idiota, de la actualidad. Lo relevante es que la actualidad se adecúe a los principios inmutables.