Titular de La Vanguardia -sólo un ejemplo-, edición del miércoles 16: “Hungría prohíbe hablar de la escuela sobre homosexualidad”.

La verdad es que el primer ministro Víctor Orban no prohíbe hablar de homosexualidad las escuelas, lo que prohíbe es promocionar la homosexualidad en las escuelas.

Por cierto, el artículo está ilustrado con una ‘drag queen’ que ondea una bandera arco iris ante el Parlamento de Budapest. Y digo yo: ¿qué tiene que ver una “reina arrastrada” con los niños y las escuelas?

Ya sabemos que La Vanguardia y el resto de la prensa progresista, de izquierdas o de derechas, está por la promoción de la homosexualidad, pero para mantener esa opinión no hace falta mentir.

Se presenta al “ultraconservador” gobierno húngaro como una fiera salvaje, cuando Orban no hace otra cosa que defender la misma doctrina del Catecismo cristiano: acoger con afecto al homosexual que no debe ser discriminado en modo alguno. Pero, al mismo tiempo, la doctrina cristiana deja claro que la homosexualidad, como asegura el Catecismo de la Iglesia Católica, es una actividad “objetivamente desordenada” y que “las parejas homosexuales están llamadas a la castidad

Más: según la Iglesia, los actos homosexuales “son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual” y, en definitiva, “no pueden recibir aprobación en ningún caso”.

Esto no tiene nada que ver con decirle a un niño de cinco años que debe elegir entre ser hombre o mujer, porque el sexo no le viene dado por la naturaleza sino que se trata de una decisión personal. De hecho, uno se pregunta porque hay que hablarles de sexo en las escuela si la intimidad se ‘estudia’ mejor en casa.

Por cierto, los húngaros han optado por dejar a los niños en paz dentro de una norma que pretende proteger al menos contra la pedofilia.  

En cualquier caso, ¡Viva Hungría! ¡Viva Orban!

Por cierto, la ministra de Igualdad se ha pronunciado sobre la ley húngara. Según Irene Montero representa el pin parental de Vox. Pues tiene razón en parte la señora Montero. En efecto, el pin parental de Vox otorga a los padres la posibilidad de vetar aquellos contenidos que atenten contra sus convicciones. Ahora bien, mientras el pin es una excepciòn a la norma aplicable en cada caso concreto, lo que ha hecho Orban es convertir esa libertad de los padres en ley, mucho más eficaz.

orban montero