El monopolio, o el oligopolio, que es peor, porque supone un espejismo de libre concurrencia, es una realidad cada día más aplastante en una España burocratizada. No hay más que abrir los ojos: Amazón se ha convertido en el destructor de todo tipo de medianas empresas proveedoras, a quienes fagocita. Pero la CNMC de Cani Fernández Vicién ni se inmuta.

El pequeño comercio está desapareciendo, al igual que las micropymes, autónomos y otros cuentapropistas y hasta la arquitectura le quita la posibilidad de desarrollo, por no explicar que el Gobierno ha hundido a los pequeños con su política anticovid, por no hablar de una Hacienda y una inspección de trabajo empeñada, empeñadísima, en esquilmar a las pymes.

De hecho, los reguladores, tipo CNMV o CNMC obligan a las pymes a desarrollar un sistema burocrático extremadamente costoso para los pequeños, a veces casi paralizante. Me lo contaba el socio de una pequeña gestora de activos, de las más rentables de España: en 15 años de sobre-regulación tengo a tres gestores y a más de una decena de administrativos que dedican su jornada laboral a negociar con la CNMV, timbres, pólizas y permisos.   

En pocas palabras, lo grande se impone a lo pequeño con el apoyo del poder político… que pacta con el grande y odia la pequeño. 

Pero centrémonos en la CNMC, que lidera doña Cani Fernández, y que confunde libre concurrencia -es decir, el nobilísimo objetivo de la igualdad de oportunidades- con persecución de empresas en modo Hombres de Harrelson, que aparecen en la sede y se llevan los ordenadores… por lo general para inventarse una concurrencia de precios y abrir expedientes que, al final, sólo sirven para reducir actividad y con ello, puestos de trabajo. Eso sí, con los grandes no se atreven, especialmente con las multinacionales, que tienen tentáculos largos.

Ente Hacienda, CNVM, CNMC, Inspección de Trabajo, de la Seguridad Social, están consiguiendo que ser emprendedor en España resulte francamente difícil. El enemigo, al parecer, es quien no busca empleo sino que se crea su propio trabajo.

Y todavía dicen que hay que regular más. ¡No fastidie! Lo que hay que hacer es des-regular. Todo lo que se pueda y algo más.