Con Donald Trump y con Isabel Díaz Ayuso, al Sanchismo, y a buena parte de la derecha española, les ocurre algo parecido: es tal su obsesión, patológica, contra ambos que les impide odiar de forma inteligente y entonces se conforman con insultarles. Craso error, el buen odiador, el que odia de verdad, no apela a un odio melodramático para imponer la censura a quien discrepa de él.
Por eso, a Donald Trump, un jugador de mus, Europa debe responderle con la siguiente alternativa: o los aranceles que nos pongas te los ponemos a ti e incluso amenazamos con contingentes... o creamos una zona de libre comercio total entre Europa y América y freímos a aranceles a chinos y asiáticos. Yo apuesto por la segunda, pero es que me temo que Trump apuesta también por la segunda desde el principio.
Piénsenlo. Europa es el aliado natural de Norteamérica mientras que China es el enemigo a batir, una tiranía que encima es un país comunista con dos sistemas: política repugnante maoísta unida a una economía capitalista de fagocitación, igualmente repugnante.
Con esa estafa ha engañado al mundo y con esa estafa le disputa a Estados Unidos y Europa la hegemonía mundial. Y recen para no caer en manos del tirano más poderoso y más venenoso del mundo; Xi Jinping.
Lo que ocurre es que Trump, como buen jugador de mus, siempre hace lo mismo: al enemigo real le amenaza con una bofetada, al amigo con dos, que retira en cuanto consigue que haga frente común ante el verdadero enemigo.
En la guerra ruso-ucraniana hace lo mismo. Trump no pretende destruir Ucrania sino ganarse a Rusia para Occidente, mientras la tontaina Europa no hace otra cosa que demonizar a Putin. Lo conseguirá o no, pero está claro que el que se equivoca es Bruselas, no Washington. Armando a Kiev y demonizando a Putin, Europa nunca conseguirá la paz en Ucrania.
Insisto: la solución es que Europa, que ojalá tuviera un sólo líder en vez de un puñado de líderes engreídos, entre los que se cuentan los petimetres de Emmanuel 'Lolito' Macron o Keir Steimer, tomaran la iniciativa y propusiera a Trump una zona de libre comercio total entre Europa y el conjunto de América, también la América Hispana. Entonces sí que Xi Jinping tendría que reinventar la tiranía china... y a lo mejor incluso permitiría cierta libertad en China, por ejemplo, la libertad religiosa, también conocida, en laico, como libertad de pensamiento o libertad a secas. El progreso tiene prohibido hablar de Dios o considerar la mera existencia de Dios como factor a tener en cuenta pero tampoco le obliga a justificar su ateísmo: no sabe.