Andalucía ha servido para que muchos en Vox caigan en la cuenta de que el mero hecho de estar en el Parlamento, aunque sea como tercera fuerza política, no te lleva a La Moncloa.

Vox lleva tiempo sin avanzar lo que en política es igual a retroceder. Pero, sobre todo, Vox, que parecía iba a ser un partido cristiano se está perdiendo en la indefinición y el tedio. Ya no se decide ni por su alma cristiana ni por su alma nacionalista, además de seguir sin tocar el asunto económico, sino es de puntillas, como temeroso de plantear un modelo alternativo al desastroso modelo del PSOE o al acomodaticio modelo del Partido Popular. No saben que la economía es pura ética.

Santiago Abascal parece desaparecido, apenas interviene y cuando lo hace sus planteamientos son demasiado genéricos. Con su inacción está dando pábulo a los tópicos al uso: ultraderecha, etc.

Vox es el único partido no progre del Parlamento. Pero no ejerce

Vox se hunde en el tedio justo cuando hay más que hacer y cuando Feijóo incurre en el mismo espejismo que Aznar y Rajoy: el centro-reformismo 

Para entendernos, el centro-reformismo nunca venció a la izquierda. Fue el PSOE, tanto el felipismo como el zapaterismo, quienes se estrellaron ellos solitos, presa de sus incapacidad para solucionar los problemas de España. Tanto Aznar como Rajoy gestionaron mejor el dinero público que los socialistas, eso es cierto, pero jamás entusiasmaron. Ahora, Feijóo no quiere entusiasmar, sólo espera a que Sánchez se cueza en su propia salsa, tal y como está haciendo. 

Y en ese esquema de socialismo depredador, manirroto y cristófobo, frente a una derecha socialdemócrata y acomplejada que no crea gobiernos sino 'gestiernos', Vox sólo tiene una posibilidad: adoptar una postura de rompe y rasgo, sin miedo a la novedad, que no es otra cosa que el origen. La actual política anodina del partido verde lleva a morir de inanición.

Vox es el único partido no progre del Parlamento. Pero no ejerce.