Me gusta, y creo más adecuado hablar de inconstitucional, que de anticonstitucional. La primera define, que vulnera la Constitución y es por ello nulo de pleno derecho el texto legal que se somete a estudio. La segunda, a su vez define, que va contra la Constitución. Queda, creo, más fácil de entender sin que pueda confundir la primera definición más que la segunda.

He dicho lo anterior, porque hay muchas personas, en prensa, en medios y en declaraciones que utilizan la segunda, más que la primera.

¿Por qué he iniciado así este escrito? Pues porque voy a referirme a la actuación del recién renovado Tribunal Constitucional, aunque incompleto, que va a tener en los próximos días.

Con una celeridad, digna de encomio, el nuevo presidente de dicho tribunal ya ha marcado un calendario para despachar en no menos de dos meses, recursos de inconstitucionalidad que llevan años -alguno va para los trece -, o bastantes meses, esperando sentencia de los mismos.

El mencionado nuevo presidente, Magistrado D. Cándido-Pumpido Touron, ya lleva varios años de magistrado en el mencionado tribunal. De hecho ya solo le quedan tres años en el mismo. Lo cual quiere decir que lleva seis en el cargo, ahora con la máxima categoría. ¿Por qué no urgió a sus compañeros, cuando eran 12, para que se sentenciasen esos recursos? ¿A qué tanta prisa ahora? ¿Por qué no solicita urgencia al Senado, al Presidente del Gobierno, y a los partidos políticos para que provean la vacante que le corresponde proponer al Senado para su nombramiento? Y esperar a ello para, entonces sí, con el tribunal al completo proceder con esta celeridad.

¡Ah! Es que ya tenemos 7 a 4 y con 7 a 5, podía salir alguna que otra votación 6 a 6; y D. Cándido tendría que ser quien decidiese con su voto de calidad. Aunque ya, con alguna de las leyes estarán 6 a 4 porque algún miembro tenga que inhibirse.

Así que me malicio, y como dice D. Luis Herrero, “caña y pincho de tortilla”, a que salen las leyes recurridas, sobre todo aquellas que afectan directamente a los últimos gobiernos, y principalmente al presidente Sánchez, declaradas constitucionales en todo o en parte.

Y entonces a alguien o algunos ciudadanos, se les puede ocurrir presentar en el Supremo una querella, acusando de prevaricación a alguno de los magistrados o a varios.

De todas formas, tengo un rayo de esperanza, y no me importaría perder la apuesta. Que estos magistrados, ya casi al final de su carrera, Cándido, las marialuisas, etc. Que esos tres, seis, o nueve años que les queda se sientan y sean de verdad independientes y que, “saliéndole ranas al Doctor Sánchez”, terminen con brillantez sus carreras.

La esperanza no debemos perderla nunca. De ilusión también se vive.