Sr. Director:
He leído con sorpresa y tristeza el artículo de Javier Paredes. Bajo el título “Ferrín y Requero: jueces mártires, jueces estrella” nos compara; Ferrín modelo de honradez y coherencia hasta el martirio, yo vendido y cruel, aparte de un mindundi que he hecho carrera gracias al PP.
La tristeza viene porque hace muchos años que nos conocemos, hicimos planes familiares, hemos comido y cenado juntos, he estado en su casa, hemos “whattsappeado”, he participado en sus programas radiofónicos a los que le busqué invitados, etc., luego antes de escribir su artículo bien podría haberme llamado aunque fuese para hacer algo tan simple como contrastar y no servirse de meras conjeturas.
La tristeza aumenta porque leyéndole pienso que llevaba años alimentando un rencor que no entiendo, quizás porque no he sido sensible a sus interesantes escritos e iniciativas sobre sor Patrocinio o porque he aparecido un buen día en 13Tv - a eso alude-, cadena que para él, quizás, sea un escándalo o me hace culpable de que esa cadena le haya perjudicado o porque no tengo ese certificado de pureza católica que él expide. Qué se yo. Francamente lo ignoro y eso que me he desvivido por él.
En efecto, recuerdo cuando quería publicar su libro sobre la Justicia en la España liberal. Yo era miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Profesional de la Magistratura y nos pidió que se la editásemos. El entonces presidente –Pepe Gabaldón- y yo nos empleamos a fondo porque el libro era magnífico, pero algunos en ese Comité se negaban: veían que Javier quería aprovecharse de la Asociación. Al final, gastando tiempo y esfuerzo lo hicimos, pagamos la edición y le organizamos una presentación en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid; en fin, lo acabó publicando la editorial Civitas, todo un lujo para cualquiera relacionado con el Derecho.
Pero es el pasado. Ahora me echa en cara un artículo de 2009 en el que opinaba sobre la condena de Ferrín Calamita, un artículo en el que la censuraba sin matiz. Si antes de escribir el suyo me hubiese llamado le habría contado con detalle ese caso: cómo algunos nos empleamos a fondo para ayudarle y convencerle para que hiciese las cosas bien y no fuesen a más y cómo él no escuchaba; le habría contado cómo y por qué lo que había hecho no era lo correcto; cómo y por qué pudo haber evitado su calvario con un mínimo de sensatez, buen hacer profesional y con paz de conciencia.
Por eso dije y digo que aquello fue una persecución cruel, cierto, su condena desproporcionada, cierto, y la del Supremo aun más y así lo dije en numerosas ocasiones; también en ese artículo. Pero donde algunos veían un martirio yo veía torpeza y terquedad. Otros jueces se enfrentaron a situaciones parecidas, fueron atacados, lo pasaron muy mal pero nada más, sencillamente porque, en lo jurídico –que yo sepa, algo no anecdótico para un juez-, actuaron con corrección y profesionalidad. Por eso dije y reafirmo quizás con escándalo de quien reparte dogmas de elaboración casera, expide esos certificados de pureza católica, erigiéndose incluso en jerarquía paralela, que una cosa es el martirio que hay que asumir y llevarlo con la gracia de Dios y otra cosa es desoír a los que te dicen que hay un lobo suelto y aún así buscarlo, azuzarlo hasta enfurecerlo, abrir las fauces, meterse dentro y pinchar para que las cierre. Eso no es martirio, es otra cosa. Y si esto no se tiende esto quizás escandalice que los discípulos de san Pablo lo ayudasen a huir de Filipos para que no lo matasen –cuando tuvo que aceptarlo, aceptó el martirio-, o cómo Jesús se escabulló cuando quisieron despeñarlo en Cafarnaúm. Pero ya dudo y no sé si Pablo fue un cristiano de pacotilla y lo de Jesús, una cuña apócrifa en los Evangelios.
En fin, si hubiere preguntado le habría dicho que cuando surgió el caso Ferrín fue cuando se empezaron a aplicar leyes zapateriles que pugnaban con la conciencia de muchos, también de los jueces, lo que planteó un debate complejo en el Consejo General del Poder Judicial, que dictó algunas resoluciones que ignoraban esa realidad y de las que discrepé; le habría dicho que organicé un curso dirigido a jueces sobre la objeción de conciencia en el que intervinieron los “primeros espadas” en esa materia y del que salió un libro editado por el Consejo que podría haberle facilitado, curso en el que se abordó la muy difícil y compleja problemática que rodea a la objeción en general y judicial en particular. Y le habría contado el trastorno que causó el caso Ferrín, que cerró el debate en falso. Pero como algunos ignoran lo jurídico prefieren apuntarse a la idea del martirio y no voy a discutir ahora lo que para otros fue un error, un lamentable error.
Pero leyendo a Javier deduzco que Ferrín Calamita queda en un segundo plano: lo que quiere es ir contra mi –quizás por la entrevista en 13Tv (¿!)-, presentándome como juez vendido al PP, promocionado por él. Aparte de que ya me gustaría saber qué tiene que ver el caso Ferrín con el PP, Javier miente, y lo sabe y si no lo sabe demuestra poco rigor porque podría haber preguntado. Si lo hubiese hecho habría descubierto que el anterior Consejo General del Poder Judicial y el actual en sus primeros momentos –en ambos casos con mayoría de vocales elegidos por el PP- no me querían en el Supremo y habría descubierto que si finalmente fui elegido tras seis intentos, seis, como magistrado del Tribunal Supremo fue porque era el número 1 del escalafón de magistrados de lo Contencioso-administrativo, y por esa condición fui ascendido, que la tradición desde 1956 era seguir ese orden escalafonal y que fue abandonado en mi caso no sin escándalo en nuestra profesión.
En fin, si hubiera preguntado le habría contado que, sí, fui elegido en 2001 vocal del Consejo a propuesta del PP pero con un matiz. En aquella ocasión se aprobó una formula intermedia auspiciada por el PP en la que los jueces presentaban al Congreso y al Senado un total de treinta y seis candidatos para que las Cámaras eligiesen y se dio la circunstancia de que fui el más votado. Como se me dijo tiempo después, el PP tragó conmigo y tuvo que elegirme porque difícilmente podría haber vendido que con la nueva fórmula los grupos parlamentarios estaban sujetos a los propuestos por los jueces y se vetase al más votado de todos ellos.
Esa y solo esa es mi corta relación con el PP, no la de Javier. En mi caso he escrito tres libros y jamás me los ha presentado, por ejemplo, un exministro del PP, no tengo tal nivel de relación; en cambio Javier parece que para sus libros no hace ascos de nada ni de nadie: o se sirve de la Asociación Profesional de la Magistratura –sí, esa que algunos presentan como la asociación amiga del PP- para que le pague la edición de un libro o echa mano de exministros peperos para que se los presenten, lo que evidencia las confianzas que tiene y los ambientes en los que se desenvuelve. Quizás esto explique que el pasado 19 de febrero acudiese a un acto en un diario para algunos infiel ‑La Razón-, pero que dio publicidad a su ultimo libro, acto con tres peperos por metro cuadrado y se sentase en las primeras diez filas, en resto al gallinero, acto en el que se aplaudió con intensidad a Rajoy.
Esto es muy triste y sólo añado una cosas más: si en un asunto que conozco de primera mano -¡afecta a mi biografía!- Javier falta al rigor cuestiono su fiabilidad en otros escritos, por supuesto no en los de su especialidad.