Sr. Director:

Pedro Sánchez recibió a inicios de mes su primer gran aviso en el Congreso a propósito de la convalidación del decreto con el que pretendía quedarse con dieciséis mil millones de los ayuntamientos. Aunque se empeñe en repetir que la “legislatura será larga” y que preside un Gobierno fuerte y estable. Se puso en evidencia que el Ejecutivo es mucho más débil de lo que se piensa, entre otras razones por su dependencia de Podemos y de las fuerzas nacionalistas que le mantienen subordinado a las demandas y ocurrencias de cada momento, algunas de ellas contradictorias entre sí. Aunque la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, intentara a última hora salvar la votación, lo que se escenificó es que no se puede gobernar con esta arrogancia, cuando además las bases del apoyo son tan precarias.

Esto anticipa, además, que los próximos presupuestos tienen el riesgo de hacerse para contentar a unos socios que no se caracterizan precisamente por “el amor a España”, siguiendo la lírica de la Ministra Montero. Sería nefasto que en estos tiempos de crisis sin precedentes, tuviéramos unas cuentas públicas fruto de las ocurrencias o del chantaje de los que cuestionan nuestro sistema. Pero así es, desde el principio, la plataforma política de Sánchez.