Sr. Director:
Ahora que tanto se habla de cambios de sedes y hasta de disoluciones y que las deserciones proliferan, hay que recordar que la opacidad de las situaciones internas de los partidos es absoluta y que los movimientos son importantes por cuanto desestabilizan a quienes tienen que tomar decisiones que atañen a todos los ciudadanos.
Siempre se habla en los partidos de aires de fronda, de movimientos internos, de corrientes, de sillones que se mueven y de apelaciones a las bases y que se confunden, maliciosamente, con la democracia supuestamente existente en esas formaciones
Evidentemente hay de todo y cada partido tiene sus propias características habitualmente ligadas a la situación, más menos poderosa, de sus líderes.
Los extremos de uno y otro lado, se distinguen por el culto al jefe y hay pocos movimientos, al menos visibles, que pongan en tela de juicio su dictadura. El que discrepa se va o lo echan y punto. Es el caso de Podemos, siempre fiel a su comunismo a ultranza que también está presente en lo que al que manda se refiere.
Los partidos que se suponen más moderados o más en la órbita de la democracia normal son los que, en principio, admiten con más naturalidad la discrepancia interna.
Los líderes de PSOE, PP o Ciudadanos y de Vox -este con los matices propios de sus planteamientos- siempre están en entredicho bien en el gobierno o bien en la oposición y dependen en gran manera del talante del líder con más o menos afición al ordeno y mando, caso de Sánchez una vez que volvió a tomar las riendas del partido tras su defenestración.