Sr. Director:
La gran noticia, más allá de lo deportivo pese a coincidir con la clausura de los Juegos Olímpicos, ha sido la comparecencia del futbolista Leo Messi confirmando su marcha del Barça.
«Tremendamente emotivo y desgarrador» (sic) fueron las expresiones dominantes que marcaron el tono de los calificativos que abrían los informativos, recogiendo los sollozos, moqueos y palabras entrecortadas de un varón roto ante el sufrimiento de tener que abandonar el club de toda su vida, porque no podían largarle la «morterá» de millones que el pobre exigía.
Marcharse e irse del club que le descubrió y formó para acabar dolorosamente en otro que, sí, quizás incluso le pague mucho más, pero que ahora cobrará sin el sentimiento agradecido con que lo venía haciendo. Sin embargo, las almas cicateras que sólo sienten vértigo ante cifras salariales millonarias, lógico y mezquino resultado de operar con cantidades astronómicas aplicando unas obsoletas matemáticas impartidas sin perspectiva de género, nunca alcanzarán a comprender el dolor que encierran decisiones como ésta, donde el dinero apenas significa nada.
Y aunque cuesta pensarlo, tampoco faltará quien se burle de esta tremenda tragedia que tan certeramente refleja los valores que imperan en nuestro tiempo.