Sr. Director:
Ya se pueden imaginar ustedes qué es lo propio de un gobierno trampa –véase acepción octava del Diccionario normativo–. Lo que intenta desde hace tiempo Pedro Sánchez con la Iglesia.
Y muestra evidente de esta estrategia es el caso de la visita de la vicepresidenta, Carmen Calvo, al Vaticano para conversar diplomáticamente con el cardenal Pietro Parolin, que es el caso del comunicado del gobierno, que es el caso de las declaraciones posteriores en el Congreso de la vicepresidenta, que es el caso de la rectificación del Vaticano, que es todo un caso para encubrir una causa. ¿Recuerdan?
La principal trampa que el gobierno le ha puesto a la Iglesia en estos últimos tiempos ha sido la trampa de la política. El Ejecutivo está haciendo todo lo posible para que la Iglesia se entregue en brazos de la política, caiga en las redes de la política y de los casos políticos que el gobierno fabrica.
Por lo tanto, que asimile el error de aparecer como un actor político, que no público, más, para, al final, dar a entender que los problemas los tiene la Iglesia y no el gobierno. Incluso que es la Iglesia quien crea los problemas –véase el caso de las inmatriculaciones–. Parafraseemos aquello orteguiano de que España es el problema, y la Iglesia la solución.
El ejemplo de libro es el caso de la exhumación de Franco. Este caso y esta causa es un problema netamente político, creado por el gobierno y gestionado por el gobierno. Mal gestionado, por cierto. La Iglesia, por más que se haya empeñado el Ejecutivo en hacerle partícipe de su estrategia, debiera tener claro que al ser una cuestión política no es suya.