Sr. Director:
Desde sus orígenes, el Parlamento israelí está constituido por una amalgama de pequeños partidos divididos por cuestiones ideológicas, religiosas y étnicas, elegidos por sistema proporcional. A estas causas de fragmentación se suma desde hace un tiempo la que ha terminado por convertirse en la más polarizadora de todas: la aceptación o rechazo a Benjamin Netanyahu. Tras 12 años en el poder, con un estilo crecientemente autocrático y populista, y asediado por escándalos de corrupción, su suerte parece echada, aunque conviene extremar las cautelas ante posibles sorpresas de última hora. El pacto para desalojarle del gobierno está suscrito por formaciones de todos los colores, desde ultranacionalistas judíos a, por primera vez en la historia, diputados de la minoría árabe.