Sr. Director:
La vulnerabilidad humana, señala la carta "Samaritanus bonos", es el fundamento de la "ética del cuidado" y lo que da sentido a las profesiones sanitarias: a ellas se les confía "la misión de una fiel custodia de la vida humana hasta su cumplimiento natural". Indica que el papel de los profesionales de la medicina y la enfermería no puede reducirse a la capacidad de curar al enfermo, sino que debe haber un horizonte antropológico y moral más amplio. Por eso, "cuando la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico, de enfermería, psicológico y espiritual es un deber ineludible".
Con palabras de Juan Pablo II en un discurso de 2004, el documento enuncia este principio: "Curar si es posible, cuidar siempre", y lo glosa así: "Incurable no es nunca sinónimo de in-cuidable". Cuidar incluye acompañamiento, que contribuye a sostener al paciente terminal, para que no caiga en la desesperación. "El miedo al sufrimiento y a la muerte, y el desánimo que se produce, constituyen hoy en día las causas principales de la tentación de controlar y gestionar la llegada de la muerte, aun anticipándola, con la petición de la eutanasia o del suicidio asistido".
El documento distingue entre los cuidados paliativos, las leyes sobre el "final de la vida" y la llamada asistencia médica a la muerte, frente a las legislaciones de algunos países, que contemplan todo como partes para una misma solución. La CDF precisa: "Estas previsiones legislativas constituyen un motivo de confusión cultural grave, porque hacen creer que la asistencia médica a la muerte voluntaria es parte integrante de los cuidados paliativos y que, por lo tanto, es moralmente lícito pedir la eutanasia o el suicidio asistido".