Sr. Director:

Un año después de las explosiones que destruyeron el puerto y buena parte de Beirut, la capital del Líbano, y causaron más de un centenar de muertos, el Papa Francisco hizo un nuevo llamamiento a la comunidad internacional para pedir que ayude con hechos concretos al martirizado país. Sus palabras coincidieron con una conferencia patrocinada por Francia y la ONU destinada a desbloquear las numerosas ofertas de ayuda que se prometieron ante la inmensidad de la catástrofe y que todavía no se han hecho efectivas.

De momento se ha conseguido poner en marcha un tramo de 370 millones de dólares destinados a la reconstrucción de Beirut, que aún sigue envuelta en escombros. Pero el gran problema con el que se enfrentan los países donantes y el propio Líbano, sumido en una profunda crisis económica y social, no es sólo la falta de dinero, sino la corrompida clase política, incapaz de formar un nuevo gobierno, mientras la Justicia se ve también impotente para investigar y castigar a los culpables de la catástrofe.