Sr. Director:
Se empezó como siempre con los casos límite y ahora el aborto ya es legal en algunos países hasta el mismo momento del parto. Se ha convertido en un anticonceptivo más. Por eso la sociedad ya no es consciente de la tragedia que supone. En primer lugar, por supuesto para el ser humano no nacido; en segundo lugar para la mujer y todo su entorno. El bebé a las siete semanas de concebido, es decir, cuando la madre sospecha que está embarazada, ya no es un amasijo de células, sino un embrión con un corazón que late. En los tres meses siguientes ya tiene un sistema nervioso y por tanto no sabemos si puede sufrir dolor. Después de ese tiempo, evidentemente es un feto casi formado, una persona en miniatura. Se cual sea su edad de gestación, se trata de un futuro ser humano. Alguien que sería el hijo, el nieto, el hermano, el amigo de otros muchos. Alguien que podría hacer algo importante en su vida y tener a su vez descendencia. Todo ello se ve truncado porque la mujer no se siente preparada o no cuenta con el apoyo necesario para llevar adelante su embarazo.
Las secuelas del aborto son físicas y psíquicas y de por vida. Pero además ese niño forma parte de nuestra sociedad, nuestro país y nuestro mundo y es necesario. Especialmente en Europa, donde la falta de natalidad se está convirtiendo en un grave problema. Por ello, es imprescindible empezar a apoyar a las mujeres embarazadas en toda circunstancia. El aborto nunca es la solución.