Sr. Director:
C.S. Lewis distinguió dos formas de aproximarse a la realidad: tratarla como objeto o como misterio. Un objeto es algo que se puede conocer en su totalidad, desgajándose en partes reductibles para un análisis del que nada escapa. El misterio, por el contrario, es lo que define a la persona, de la que mucho puede vislumbrarse, pero nada adivinarse, siendo inasequible a una comprensión absoluta.
En este sentido, el autor británico se dirigió a los científicos contemporáneos, advirtiendo de que había algo en su práctica que los unía a la magia, separándolos de la sabiduría de épocas anteriores. “Para los sabios de antaño, el principal problema era cómo conformar el alma a la realidad y la solución había sido el conocimiento, la autodisciplina y la virtud. El problema para la magia y la ciencia aplicada es cómo someter la realidad a los deseos de los hombres”, sostuvo el escritor británico en La abolición del hombre.
Un error de las ideologías totalitarias (que acampan a sus anchas en la ciencia) consiste precisamente en negar el misterio y, por tanto, desterrar la posibilidad del conocimiento. Así se evidencia en el debate que ha vuelto a poner sobre la mesa la investigación de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). El estudio se ha presentado y destaca que en España hay registrados más de 668.000 embriones que permanecen congelados y almacenados en clínicas de reproducción asistida. La bióloga que lidera el mantenimiento de los embriones ha sido quien, en declaraciones recogidas por algún diario, aboga por un cambio legislativo que abra la puerta a que estos sean destruidos, pasado un tiempo.