La historia es muy sencilla. Petición de compra de una docena de libros a una de las más poderosas cadenas -quizás la mayor- española de librerías, donde ya he hecho otras compras. Todo por Internet, que es el futuro. Se trataba de una obra de temática navideña. Solicito una cantidad aceptable de ejemplares, no era una venta menor. Sin dudarlo un minuto, el vendedor, es decir, la máquina programada -por tanto humana sólo en origen, inhumana en ejercicio- me asegura que los ejemplares llegarán a mi casa el día 'D" o que puedo ir a recogerlos el día "E" por una de sus librerías. 

Idea clara: no gaste su dinero allí donde no vea una cara y no oiga una voz humana

Como no me fío de todo aquello que no sea una voz y un rostro humano, opto por recogerlos en persona en uno de los establecimientos. Tengan en cuenta que se se trata de un libro relacionado con la Navidad y que hay que regalarlo antes de Nochebuena. Eso, una persona lo valora, por contrición o atrición. Al menos, temerá nuestro enojo. Una maquina programada, no.

Ni que decir tiene, que la cadena de librerías cobra el importe de forma inmediata. Eso, los cobros al cliente por anticipado, como en Burger King, es lo único que funciona correctamente en las tiendas digitales.

Pues bien, tres días antes del plazo acordado recibo un impersonal whatsapp, sin disculpa alguna, en el que me aseguran que carecen de existencias en el almacén y que ya me avisarán cuando las tengan. Los libros no son naranjas, que se reponen casi automáticamente, así que me temo que los regalos de Navidad que iba a hacer en Navidad -yo soy así de original- los haré en junio.

Naturalmente, no hay forma humana de anular la venta y no me apetece iniciar un pulso digital con la empresa para que me devuelvan el dinero. Lo curioso es que se trata de la misma cadena de librerías que anuncia precisamente eso: su espléndido fondo editorial a disposición del comprador que no quiera tomarse la molestia de acudir al establecimiento. El comercio electrónico -pronúnciese 'icomers'- nunca falla. 

La pregunta es: ¿puede basarse el comercio del futuro en el engaño al cliente? Probablemente no salvo que desapareciera el comercio presencial, una tragedia que no le deseo a nuestra sociedad macilenta. 

Claro que no hay mal que para bien no venga: a lo mejor así disminuimos un tanto el consumismo desmesurado. Claro que sí.

Lo único que funciona correctamente en las tiendas digitales es el cobro por anticipado al cliente

El caso es que donde entra la máquina sale el hombre, y con él, la humanidad. Porque el hombre puede ser moral o inmoral pero la máquina es algo peor que ambas categorías: la máquina es amoral. Quizás por ello, el Redentor se dejó clavar en la cruz para redimir al hombre, no a la máquina. Era un Antiguo que sólo pensaba en la inteligencia natural y no en la artificial, a lo mejor porque la natural la creó él y tiende a la perfección aunque nunca la alcance. Por el contrario, la máquina es creación del hombre y sólo se pavonea de lo que le ha sido dado. Dicho de otra forma: la máquina no puede progresar.

Y si alguien piensa que tengo miedo a ocultar la cadena de esta burla, se equivoca: estoy hablando de La Casa del Libro, del grupo Planeta.