La clase política holandesa, como corresponde al país que inició la juerga de la eutanasia en el mundo, está marcada por tres timoneles. El más votado, primer ministro, Mark Rutte (en la imagen junto a Wilders y Klaver), 50 años y vive con su mamá. Esto no tiene por qué ser nada malo. No. El feroz extremista del pelo peinado con botella de oxígeno, inefable Geert Wilders, no se sabe dónde vive, es una especie de clandestino que sólo aparece un segundo antes de que lleguen las cámaras. ¡Menuda pinta tiene el maromo! Pero esto no tiene por qué ser nada malo. No. Y luego queda el ecologista Jesse Klaver, el verde que, como correspondiente a todo ecologista que se precie, tiene una cara triste, muy tiste, como si se le estuviera derritiendo encima el polo norte, Alaska incluida. Un puñetero país donde siembras principios y te nacen tolerantes. Salvo si se trata de su dinero, claro está. Pero esto no tiene por qué ser nada malo. No. Europa está contenta, pero no acabo de entender por qué. Lo mejor para el continente hubiera sido que los tres hubiesen sido deportados. A Siria, mismamente. O eutanasiados. Eulogio López eulogio@hispanidad.com