Sr. Director:
Estamos todavía celebrando el 1700 aniversario del Concilio de Nicea (año 325). Se trató de un Sínodo de obispos cristianos que se reunieron en la ciudad de Nicea (actualmente Turquía) dentro del Imperio romano.
Fue convocado por el emperador Constantino I y presidido por el obispo Osio de Córdoba. Es considerado el primero de los siete concilios ecuménicos de la cristiandad y por eso es aceptado por católicos, ortodoxos, luteranos, anglicanos y reformados.
Había que tratar fundamentalmente varias cuestiones: la verdadera naturaleza del Hijo de Dios y su relación con Dios Padre, la formulación del primer Credo común a todos los cristianos, el establecimiento de una misma fecha para la celebración de la Pascua por parte del conjunto de los cristianos y la promulgación de ciertas reglas de disciplina básicas para toda la Iglesia.
A pesar de que Constantino se enfrentó con Licinio y lo derrotó en el 323, el emperador era consciente de las numerosas divisiones que existían al interior de la Iglesia. Aconsejado por el obispo Osio de Córdoba (+ 357), Constantino decidió convocar el Concilio en Nicea, en la actual Turquía.
Era necesario restablecer la paz religiosa y la unidad de todos los cristianos, es decir, la unidad del Imperio.
Había que responder a las cuestiones cristológicas fundamentales:
¿cómo y de qué manera Cristo es Hijo del Padre?
¿fue Cristo creado de la nada?
¿fue engendrado por el Padre?
¿tuvo principio o no?
El sacerdote Arrio sostenía que Cristo fue creado de la nada por el Padre y por tanto tuvo un principio.
Los santos Alejandro y Atanasio de Alejandría sostenían que Cristo tenía una doble naturaleza, la humana y la divina, en su única Persona. Si esto era así, Cristo es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, sin división ni confusión. Arrio y Eusebio de Nicomedia afirmaban que Cristo fue la primera creación del Padre al inicio de los tiempos y por tanto, habiendo sido creado, no era Dios.
La mayoría de los obispos participantes en Nicea eran orientales, si bien participaron también dos representantes del Papa de Roma, Silvestre I. Arrio y algunos pocos defensores de su postura errada también participaron en esta asamblea conciliar.
Cada obispo podía concurrir al Concilio con dos sacerdotes y tres diáconos. De fuera del Imperio romano asistieron: Juan de Persia e India, el obispo godo Teófilo y Stratophilus de Pitsunda de Georgia.
Constantino estuvo presente en los debates, pero no podía votar; en su papel de emperador le tocaba ratificar las decisiones del clero. Se propuso el emperador restablecer la unidad del Imperio bajo Cristo y la verdadera fe; se propuso la renovación del mundo.
El historiador Paul Veyne afirma que las resoluciones de Nicea cambiaron para bien la suerte de la humanidad.
Constantino temía que los disensos doctrinales pudieran desembocar en una ruptura política del Imperio. Durante las sesiones conciliares, la mayoría de los obispos aceptó la formulación de los santos Alejandro y Atanasio. Y de ahí que el segundo artículo del Credo diga:
"Creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre y por quien todo fue hecho..."
Decir o pensar o sentir otra cosa no pertenece a la fe común de todos los cristianos. Arrio no se desdijo de sus opiniones y fue condenado y exiliado. Sin embargo, la controversia continuó en varios lugares del Imperio incluso después del 325.
Tendríamos que llegar al 381 cuando el emperador Teodosio convocó el Concilio de Constantinopla para poner en claro lo decidido en Nicea y formular correctamente la naturaleza y misión del Espíritu Santo. "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas"
Al engarzar los tres principales artículos de la fe, el primero referido a Dios Padre, el segundo a Dios Hijo y el tercero a Dios Espíritu Santo, se formuló de manera teológicamente correcta el Credo que llamamos Niceno-constantinopolitano. Hay un solo Dios en tres Personas. A este único Dios le llamamos la Santísima Trinidad. La primera persona es el Padre, la segunda el Hijo y la tercera el Espíritu Santo. No hay tres dioses, sino solo uno. Pero este único Dios son tres Personas. Sí, el Espíritu Santo es consubstancial al Padre y al Hijo.
Los diferentes regímenes políticos sucesivos vacilaron: en ocasiones apoyaban al arrianismo y en ocasiones a la fe recta.
A pesar de que el arrianismo fue condenado de nuevo y Arrio fue declarado hereje en el 381, algunos teólogos ganaron influencia en Oriente gracias a que mantuvieron la postura herética, sobre todo entre los pueblos germánicos. El arrianismo fue propagado por el obispo Ufilias en el siglo IV y los pueblos germánicos lo trajeron de vuelta al invadir el sur de Europa, hasta que el rey visigodo Recaredo se convirtió al catolicismo en el siglo VI, siendo el rey lombardo Grimoaldo de Lombardía el último rey arriano en Europa, aún en el siglo VII.
Entre los exponentes más ilustres de la fe trinitaria (después de Nicea) están los santos Atanasio, Basilio Magno, Gregorio el Teólogo, Gregorio de Nisa, Ambrosio de Milán e Hilario de Poitiers.
En la actualidad la cuestión del "Filioque" no es algo que divida a la Iglesia, ni impide su plena reconciliación, ni su plena unidad. También gracias a Nicea se procedió a organizar jerárquicamente a la Iglesia en regiones y diócesis, guardando la superioridad de las sedes de Roma, Alejandría y Antioquía, cuyos titulares recibieron el nombre de obispos metropolitanos o arzobispos junto con el de Jerusalén.
El Concilio de Nicea promulgó veinte nuevos cánones, es decir, reglas disciplinarias que se habían de aplicar en todas las comunidades cristianas. Podemos encontrar las fuentes contemporáneas para el estudio de Nicea en Fontes Nicaenae Synodi. Durante los últimos días hemos podido contemplar al Santo Padre León XIV en su visita pastoral a Turquía y al Líbano. En esos lugares fue recibido por cristianos y no cristianos y por las autoridades civiles y religiosas.
El Papa rezó con otros cristianos no pertenecientes a la Iglesia católico-romana, firmó una declaración conjunta con el Patriarca de Constantinopla, visitó la Mezquita Azul, rezó ante la tumba de San Charbel Makluf en el Monasterio de Annaya, se encontró con los operadores y pacientes del hospital libanés de Jal ed Dib, etc.
Una ceremonia muy importante fue la recitación unánime del Símbolo o Credo niceno-constantinopolitano por parte del Papa León y del Patriarca de Constantinopla.
El Santo Padre celebró la Santa Misa para los creyentes que profesan la fe verdadera y se reunió con los obispos, sacerdotes, miembros de la vida consagrada y fieles laicos de los lugares que visitó. También habló a las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, escuchándoles primero a ellos.
El lema de la visita fue: "Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo"
A todos, cristianos y no cristianos, el Santo Padre nos alienta a respetarnos mutuamente, a saber dialogar, a querernos de verdad y a trabajar por la paz en nuestros pueblos y en todo el mundo.
Es necesario tener en cuenta los principios católicos sobre el ecumenismo y la actitud correcta a mantener en las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas.
Pidamos al buen Dios por los frutos de esta visita apostólica.









