Un insigne político ha llamado tiranos a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias por tratar de mangonear a los jueces, y ningún medio de comunicación ha dicho oste ni moste…, pero yo se lo voy a contar con todo detalle, porque esta exclusiva no se nos podía escapar en Hispanidad. Es más, pienso que por el tono empleado y por la solemnidad con la que ha procedido dicho político, también hay que aplicar el calificativo de tiranos a todos los integrantes del Gobierno de Pedro Sánchez, así como a los grupos parlamentarios de los socialistas y de los comunistas, que han presentado una proposición de ley para poder nombrar a los miembros del Consejo General del Poder Judicial que les salgan del forro de sus caprichos.

Y no es cualquier leguleyo quien ha lanzado tan grave acusación de tiranía contra Pedro Sánchez y contra Pablo Iglesias. Además de su relevancia política, el acusador es un reconocido masón, del que nos dice Alcalá Galiano en sus Memorias que se inició en la secta en septiembre de 1820, adoptó el nombre simbólico de Cornelio y formó parte de la logia Templanza.

 Nos quedamos solo en la denuncia del ilustre asturiano, porque con un solo guantazo político de Argüelles es más que suficiente para poner colorados los carrillos de toda la bancada de los socialistas y los comunistas actuales

Cierto que los comienzos profesionales de quien con tanta claridad ha llamado tiranos a quienes como tales se comportan, estaban en las antípodas del sectarismo antirreligioso que caracteriza a los masones. Porque el relevante político había nacido en Ribadesella (Asturias) en 1776, comenzó aprendiendo latines, prosiguió estudiando Derecho y Cánones en la Universidad de Oviedo y su primer empleo fue el de secretario del obispo de Barcelona, monseñor Díaz Valdés, que era asturiano como él.

Pero en 1820, según describen los documentos del Archivo Histórico Nacional, se procedió con él según los usos de la secta. Como hijos de las tinieblas que son, los masones actúan en la oscuridad, así es que tres hombres con mandil le introdujeron por la noche en una pequeña habitación de un inmueble madrileño, donde había una mesita pequeña con papel para escribir, un candil y un tintero, con el fin de que el iniciado redactara su testamento filosófico. Debía rellenar estos tres apartados: “¿Qué debe el hombre a Dios?, ¿Qué debe el hombre a sus semejantes? Y haga Usted su testamento filosófico”.

Pero a lo que estamos Remigia que se nos pasa el arroz y todavía no he dicho ni el nombre del insigne político que ha llamado tiranos a quienes quieren controlar el Consejo General del Poder Judicial, ni las circunstancias solemnes en las que ha lanzado tan oportuna como justa acusación.

Alguien ha recordado a Sánchez, y en verso, que si modifica a los jueces a conveniencia el que luego le suceda hará lo propio

El 24 de diciembre de 1811 se presentó en la Cortes gaditanas el proyecto de Constitución, y en ese momento Agustín Argüelles leyó el Discurso Preliminar. Dicen los estudiosos que si bien es Agustín Argüelles a quien se asigna la autoría del Discurso Preliminar, por ser él quien lo leyó, por acuerdo de la Comisión de Constitución, en su redacción colaboraron los miembros de dicha Comisión. De ser esto cierto, aumentaría el número de quienes han llamado tiranos a los socialistas y a los comunistas españoles actuales; sumándose así a la acusación de Argüelles, otros trece políticos más: Diego Muñoz Torrero, Evaristo Pérez de Castro, Francisco Gutiérrez de la Huerta y Gómez, José Espiga, Antonio Ranz Romanillos, Alonso Cañedo y Vigil, Andrés de Jáuregui, Mariano Mendiola Velarde, Vicente Morales Juárez, Antonio Oliveros Sánchez, Antonio Joaquín Pérez y Martínez Robles, Pedro María Ric y Monserrat y José Pablo Valiente Bravo.

Pero por nuestra parte lo vamos a dejar solo en la acusación de “El Divino”, que es el alias con el que Agustín Argüelles ha pasado a la historia del parlamentarismo español. Y nos quedamos solo en la denuncia del ilustre asturiano, porque con un solo guantazo político de Argüelles es más que suficiente para poner colorados los carrillos de toda la bancada de los socialistas y los comunistas actuales.

Comienza Argüelles por exponer en el Discurso Preliminar el concepto que tiene de la Justicia. Esto es lo que decía: “De todas las instituciones humanas, ninguna es más sublime, ni más digna de admiración, que la que limita en los hombres la libertad natural, sujetándolos al suave yugo de la ley”.

Y conviene recordar, antes de seguir dejando hablar al Divino Argüelles, que cuando lee su Discurso Preliminar, España está invadida por los franceses, lo que obligaba al Gobierno a tomar decisiones urgentes, sin entretenerse en debates parlamentarios. Sin embargo y a pesar de esas dramáticas circunstancias, cosa distinta era mangonear la Justicia.

Se comprende la designación de adeptos para ocupar los cargos en los tribunales de Justicia, si lo hacen Gobiernos como el actual de España, del que su vicepresidente, el comunista Pablo Iglesias, ya ha proclamado en sede parlamentaria que la oposición no se sentará jamás en el banco azul

Aclaradas las circunstancias históricas del momento, sigamos leyendo el texto del Discurso Preliminar de Argüelles: “Para que la potestad de aplicar las leyes a los casos particulares no pueda convertirse jamás en instrumento de tiranía, se separan de tal modo las funciones de juez de cualquier otro acto de la autoridad soberana, que nunca podrán las Cortes ni el Rey ejercerlas bajo ningún pretexto. Tal vez podrá convenir en circunstancias de gran apuro reunir por un tiempo limitado la potestad legislativa y ejecutiva; pero en el momento en que ambas autoridades o alguna de ellas reasumiese la autoridad judicial, desaparecería para siempre no solo la libertad política y civil, sino hasta aquella sombra de seguridad personal que no pueden menos de establecer los mismos tiranos, si quieren conservarse en sus Estados”.

Entiendo que algún lector piense que una cosa es predicar y otra dar trigo, porque en la práctica los Gobiernos liberales del siglo XIX se saltaron lo de la división de poderes, y a muchos de ellos se les podría aplicar también la acusación de tiranos, por lo que hicieron y por lo que escribieron.

Uno de los titulares del Ministerio de Justicia, como Álvaro Gómez Becerra, que además de un intolerante político fue un campeón del sectarismo antirreligioso, escribió lo siguiente al estilo tirano: “Empezamos por reconocer que cuando se muda el Estado de la Nación, o más breve, que en los cambios políticos es no solo una conveniencia, sino también una necesidad que sean retirados de la escena todos aquellos funcionarios públicos que apegados al sistema anterior infundan recelos probables de que serán hostiles al nuevo, y aun los que no inspiren bastante confianza de que se someterán al último, dóciles, con honradez y sin perfidia. De otro modo no se podrán llevar adelante las nuevas instituciones, ni habría seguridad de que prosperasen, encargando su cuidado a manos prevenidas para ahogarlas en la cuna”.

"Para que la potestad de aplicar las leyes a los casos particulares no pueda convertirse jamás en instrumento de tiranía, se separan de tal modo las funciones de juez de cualquier otro acto de la autoridad soberana, que nunca podrán las Cortes ni el Rey ejercerlas bajo ningún pretexto"

Se comprende la designación de adeptos para ocupar los cargos en los tribunales de Justicia, si lo hacen Gobiernos como el actual de España, del que su vicepresidente, el comunista Pablo Iglesias, ya ha proclamado en sede parlamentaria que la oposición no se sentará jamás en el banco azul. Los tiranos comunistas son así, cualquier cosa por mantenerse en el poder, aunque para ello haya que eliminar a más de cien millones de seres humanos.

Pero la oposición debería ser consciente de que ni permitiendo la alternancia en el poder, se debe jugar con la Justicia. Y debería dirigir todas sus energías para que definitivamente la Justicia fuese independiente, porque a la designación de los amiguetes de los unos, les sucede los nombramientos de los otros cuando se da la vuelta a la tortilla. Para colmo de desdichas, la derecha española es tan torpe que más de uno de los jueces que ha promocionado les ha salido rana.

Álvaro Gómez Becerra fue Ministro de Justicia, durante la regencia del general Espartero, Su Excelencia el Regente Espartero, quien precisamente cayó del cargo y se tuvo que exiliar por favorecer solo a los suyos, los llamados “unitarios”, frente a los “trinitarios”, partidarios de que Espartero compartiera la regencia con otras dos personas. Y como consecuencia de su actuación respecto a la Justicia, aparecieron publicados los siguientes versos en uno de los periódicos de entonces:

“Después de destituir

Magistrados sin mesura

porque no fueron su hechura,

a los que piensa elegir

asegura el porvenir;

pero, ¿ignora su Excelencia

que guardando consecuencia

el jefe que le suceda

le cambiará la moneda

y enmendará su imprudencia?”.

 

Javier Paredes

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.