Ha quedado para la historia de las anécdotas malvadas el día en que un amigo se acercó a don José Ortega y Gasset (siempre ‘don' José) y le preguntó:
-Don José, ¿intercambiamos ideas?
Ante lo que aquella inteligencia, brillante pero no modesta, respondió:
-No, que saldré perdiendo.
Los ministros de Justicia de la Unión Europea, reunidos días atrás en Luxemburgo, y entre los que se contaba el nunca bien loado responsable español, Fernández Bermejo, pretenden homologar el divorcio en la Unión por el originalísimo método de que cada cual pueda divorciarse según las normas del país que desee (¡Qué pena que no se les haya ocurrido lo mismo con los salarios!).
Así, con el libre intercambio de normativas divorcistas, con la posibilidad de acogerse a la legislación más conveniente estoy seguro que todo el mundo se cogería al divorcio express que nuestro bien loado ZP ha puesto al alcance de los españoles. Como lo que necesita el mundo actual es que la familia se rompe muco más, no sólo ha puesto en marcha el gaymonio sino, en las mismas fechas, coló el divorcio express, por el que resulta más barato divorciarse en Madrid que en Las Vegas: en tres meses lo tienes resuelto y no hay que alegar razón alguna para romper el compromiso. Ya lo dijo esa elegante y capacísima mujer, la vicepresidenta Fernández de la Vega: a nadie hay que pedirle razones para romper el matrimonio. Un argumento que resultaría revolucionario aplicado a cualquier otro tipo de contrato: mercantil, humanitario, etc.
Así que, si los ministros de Justicia de la Unión llegan a un acuerdo, y puestos a elegir donde divorciarse, optarían, sin dudarlo, por España. Los europeos, pero, sobre todo, las europeas. Porque en España, además, pueden ejercer otro inalienable derecho: declarar que tu ex te maltrataba. Entonces no sólo consigue el divorcio ipso facto sino que, además, le desplumas y encimas consigues que le metan en la trena en un santiamén. ¡Que se fastidie! En Europa deben de pensar lo de don José: mejor no intercambiar ideas con los españoles, que saldremos perdiendo.
Por ahora, tan impresionante logro no se ha conseguido, entre otras cosas porque los suecos y los alemanes, que se las dan de modernos, le tienen un miedo cerval al majadero de ZP, a la ultrafeminista De La Vega y al energúmeno de su ministro de Justicia, el inefable Bermejo. Recuerden, pro ejemplo, que los alemanes –y eso que ellos empezaron antes- consideran que la ley de fecundación ‘in vitro' española es aberrante, porque permite todas las fecundaciones que se quieran, todos los abortos selectivos que se deseen y todos los embriones congelados que decidan las clínicas FIV. Por contra, en Alemania, sólo admiten la fecundación de un solo óvulo para evitar frigoríficos llenos de embriones humanos, que es algo de mal gusto y peor ética.
Y es que alemanes y suecos son unos carcas. Aquí el único moderno de verdad es Mr. Bean, capaz de ‘epatar' hasta a los suecos, con su divorcio-express.
Eulogio López