Ante el Consejo Europeo que se celebrará este jueves en Bruselas, los poderosos de la Unión Europea, es decir, la progresía, se ha lanzado a la yugular de Polonia, convertida en lo peor de lo peor de lo peor, en la caverna troglodita que está echando a perder los buenos oficios de la canciller germana Angela Merkel, de Nicolás Sarkozy, ZP y otros estadistas del planeta Tierra.
Resulta que, como el Tratado Constitucional Europeo del masoncete Giscard D'Estaing se fue a hacer gárgaras en los referenda francés y holandés, se ha decidido optar por la constitucioncita, o mini-tratado, sin lamentables apelaciones al público, que te sale rana cuando menos te lo esperas y te manda al garete un proyecto histórico.
Y, miren por donde, resulta que los polacos también se oponen a las constitucioncita. En España, El País se ha ensañado a gusto con Polska, a la que acusa de obsesionarse por mantener un poder que no le corresponde. Se lo explicamos de otro modo: Merkel, Sarkozy y Tony Blair, es decir, Londres, París y Berlín, tres países, cuentan con 200 millones de habitantes, de los 450 millones que suman los 27 países restantes. O sea, que el muy democrático empeño de los tres países consiste en controlar un 44% de los votos. Si, además, el Eje París- Berlín-Londres le abre las puerta a quien llama a la puerta del club de los elegidos, un tal Romano Prodi, entonces estaremos hablando de casi 260 millones de habitantes, es decir, el 57% de los votos.
Hasta ahí todo bien, dado que hablamos de "un hombre, un voto", inequívoco dogma democrático. Ahora bien, del mismo modo que la igualdad de los desiguales es otra desigualdad mayor, no cabe aplicar el principio democrático a una unidad supranacional que sólo viste democracia en sus naciones, no en su "supra". Así que, contando con el déficit democrático de la Unión Europea, tres señores y una dama, Angela, Nicolás, Gordon y Romano, elegidos por 200 millones de europeos… mandarían sobre 450 millones de europeos.
No sólo eso, sino que Merkel, Brown y Sarkozy, alegando la imposibilidad de poner de acuerdo a 27 Gobiernos, quieren establecer un mecanismo rápido de toma de decisiones: es decir, de las decisiones que tomen ellos. Por ejemplo, desde que está en el Elíseo, Sarkozy no hace otra cosa que reunirse con empresarios franceses, españoles, portugueses e italianos (esto último cabrea profundamente a Prodi), como representante del ala sur de Europa, mientras Merkel hace lo propio con los empresarios de Europa central y del Este. Lo que ocurre, claro, es que Varsovia posee lo que le falta a Madrid: personalidad, identidad y amor por su historia, tremenda historia, y no están dispuestos a dejarse invadir por los alemanes… otra vez.
Y no se crean que a los polacos les ha dado por el maximalismo y el tremendismo. Lo que piden es que, dado que partimos de 27 países democráticos –mientras no lo es la suma de todos, dado que el Parlamento europeo no manda un pimiento- las decisiones importantes exijan, al menos, un 66% de los votos. O eso, o que, se establezca la famosa fórmula de la raíz cuadrada, que no deja de ser la misma que se emplea en todos los procedimientos electorales nacionales, fórmula similar a la vigente en España, según la cual el voto de un soriano vale cuatro veces el de un madrileño: se trata de que los sorianos tengan alguna representación en las cámaras legislativas. De la misma forma, se trata de que los países pequeños de la Unión tengan alguna opción de mando en las decisiones que les atañen, y que esas decisiones no sean tomadas por tres, o cuatro, jerifaltes extranjeros. Por lo general, todos los tiranos utilizan el mismo argumento: si no simplificamos los mecanismos de mando -por ejemplo en mis manos- esto (el país, o la Unión Europea) será ingobernable. A El País, tal argumento le parece el acabóse del progresismo.
Dicho de otro modo: lo que los polacos, esos cavernícolas, le están diciendo a la progresía europea, por ejemplo a ZP y a Polanco, es que, si las instituciones europeas no son democráticas, no puede aplicarse el democrático principio de un hombre, un voto. Especialmente, si, como ocurre en Europa, lo único democrático son los Estados miembros y no la Unión Europea
Pero hay algo más. Polonia no sólo exige otro sistema de voto, lo que pide es lo que ha dado en llamar "soberanía moral". Polonia es hoy el único país de la Europa forjada por el Cristianismo que no está dispuesto a sucumbir ante la Cristofobia occidental, ante la progresía. Polonia no está obsesionada por el sistema de voto en la UE, sino por el caso Rocco Buttiglione, por el hecho de que la progresía, con el español José Borrell a la cabeza, consiguiera vetar nada menos que al vicepresidente de la Comisión Europea por atreverse a mantener la postura que mantiene cualquiera que posea un adarme de sentido común: que la homosexualidad no es un derecho humano sino una cochinada inmensa (y eso que Buttiglione era mucho más respetuoso que yo… hasta con las cochinadas). Lo que les asusta a los polacos es que, en nombre de la muy democrática Unión, haya que aceptar el asesinato en serie de embriones y promover este crimen colectivo como un derecho humano. Les da grima que la Iglesia, una de las pocas veces que clama en el desierto en defensa del más débil, pueda ser juzgada por homofobia, por misoginia o por cualquier otra memez que se les ocurra a los ególatras de Bruselas. Por todo ello, hablando de soberanía moral, no están dispuestos a dejarse esclavizar por la tontuna progre, por el Nuevo Orden Mundial que ni tan siquiera se preocupa de conquistar Europa, porque Europa es continente conquistado, una civilización en decadencia, que hace tiempo se disparó un tiro en la sien.
Por eso, en Bruselas se han propuesto masacrar a Polonia. Por eso, el amigo Zerolo, miembro de la Ejecutiva del PSOE, se permite decir que hay que expulsar a Polonia de la Unión Europea sin que su jefe de filas, Zapatero, le llame al orden, y sin que nadie le arree un puntapié en las posaderas. Personalmente, no creo que haya que expulsar a Polonia de la UE. En tal caso, deberíamos expulsar a la UE de Polonia… hasta que aprenda lo que es la libertad individual.
Así que, elevo mi copa de vodka para gritar: ¡Viva Polonia! ¡Vivan los polacos!
Eulogio López