Sr. Director:
El tren marchaba a toda prisa. En el vagón, silencio. Cada cual encerrado en su egoísmo y al que estaba junto a él desconociendo.

 

El tren paró en un apeadero y una mujer, con su niñito al vagón se subieron cambiando su presencia el aposento. La mamá hablaba con el niño y lo besaba haciéndole caricias.
El niño, en abrazo fundido con su madre, con sonrisa de amor le respondía. Saltando de los brazos de su madre al vagón se le entregó aquel niño rompiendo con sus risas el silencio.
El vagón despertó de su modorra. La gente se alegró con las cosas del niño que se hizo viajero en el vagón compartiendo con todos el destino. Viajando de Madrid a Pontevedra yo fui testigo de este hecho.

José Carretero Ruiz