Bajo el título Compuesto hormonal denominado píldora del día después aplicado como medicamento, el investigador, Juan Manuel Molina Valdés, exponía desde el punto de vista científico y sanitario que los farmacéuticos pueden acogerse a la objeción de conciencia para no dispensarla.
Así, sostiene que cuando la fecundación ha tenido lugar, el efecto de la píldora es impedir su implantación en el útero por lo que el bebé acaba siendo eliminado.
Explica, además, las consecuencias de ingerir la píldora, equivalente a 20 veces la dosis diaria de levonorgestrel usado como anticonceptivo. Las reacciones adversas son náuseas, vómitos, diarrea, fatiga, vértigos o mareos, dolor de cabeza, tensión mamaria, dolor abdominal, sangrado vaginal y retraso de la menstruación.
Otro aspecto que pone sobre la mesa es el incremento de conductas sexuales de riesgo, que podría aumentar el contagio de enfermedades de transmisión sexual tales como SIDA, gonococia, infecciones por hongos, papilomavirus y cáncer de cuello de útero. El investigador expone que una farmacia no es sólo un comercio sino un establecimiento sanitario y defiende el criterio profesional de los farmacéuticos.
En el caso de la venta de cualquier biocida, para su aplicación como producto fitosanitario, se requiere un carné especial y la identificación del comprador. Es siquiera correcto que un potente biocida para ingestión directa de un ser humano se dé a una inexperta menor sin pedir siquiera su identificación.
Domingo Martínez Madrid