De todas las tiranías inventadas por el hombre –variado elenco-, probablemente la más peligrosa es la tiranía genética. Razones:

1. La policía dice que conocer el mapa genético de una persona es estupendo para luchar contra el crimen. Ciertamente lo es, pero ese mapa no puede quedar en manos de nadie, tampoco del Estado. Lo usual sería utilizarlo de forma esporádica para demostrar culpabilidad o inocencia y, a continuación, destruir todo rastro del mismo. De hecho, el debate público se ha abierto por las implicaciones que conlleva la posesión de esa información. Por ejemplo, las compañías de seguros médicos podrían subir las tarifas a aquellos usuarios a los que se le asigne predisposición genética hacia determinadas enfermedades.

2. Del coste económico pasamos a la marginación social, otra implicación mucho más seria. Ya se practica la selección embrionaria, consistente en desechar los seres humanos pequeñitos susceptibles de no ser unos niños perfectos. Se escoge el bueno, o el presuntamente bueno, y a los demás se les dedica al matadero, es decir, a investigación científica.

3. Ojo, porque siempre hay un listo –por ejemplo Adolf Hitler- que utilice la genética como arma contra el adversario político. Es más, con la imbricación que existe en el ser humano entre fisiología y psicología, entre materia y espíritu, entre cuerpo y alma, no es difícil que alguien deduzca la genialidad de que la predisposición genética es también predisposición moral, con todas sus variantes de predisposición delictiva, asocial, marginal, etc.

4. Esta tiranía genética-moral atentaría, como toda tiranía, contra la "lotería de la familia", un azar formidable que ha comportado lo que la raza humana es hoy: chico conoce chica y ambos deciden entregarse al otro –en cuerpo y alma- sin que les preocupe ni ocupe de si la combinación de sus genomas va a dar lugar a un premio Nóbel o a un retrasado mental. Conviven porque se quieren, se conocen -en sentido bíblico- porque se aman y el resto lo dejan a la Providencia o al destino, según creencias. Pero ahora no. Ahora a alguien se le puede ocurrir la brillante idea de separar el amor de la pareja con la procreación de los niños. La primera muestra es la fecundación artificial heteróloga, de donante anónimo.

La familia no sólo es una célula de resistencia a la opresión por ser el único lugar donde a la gente se le mide por lo que es, no por lo que aporta, sino, además, porque fía al amor humano, y no a la conveniencia, el sostenimiento de la prole y, con él, el de la raza humana.

Frente a ese sistema, se sitúa la selección embrionaria, donde un tercero, aunque sea la madre, decide quién tiene derecho a vivir y quién es conducido al matadero. Igualito que los médicos de las SS hacían con los judíos.

5. Respecto a la utilización comercial del mapa genético de una persona, o de millones de personas, podemos omitirlo, por demasiado obvia.

Resumen: ¿Estamos ante un avance científico o ante el preludio de la tiranía genética?

Eulogio López