El caso es que la fusión, dirigida desde el Gobierno francés -recuerden que se trataba de evitar una opa de la italiana ENEL sobre Suez- ha creado un monstruo de 193.000 Trabajadores, con una capitalización de 87.500 millones y una eficiencia -capitalización por empleado- del 0,45%. Su colega público galo, EDF, al menos está en el 0,85%, mientras la también pública ENEL se queda en el 0,80, y la privada alemana E.ON sube hasta el 1,05.
Como ocurre en el conjunto del sector energético, la empresa más rentable es la española Iberdrola (y algo parecido podríamos de decir de Endesa y Fenosa), con una margen de eficiencia -medida en capitalización o en valor-empresa, da lo mismo- que supera a todos los anteriores. En porcentaje homologable, la compañía española sube hasta el 1,94%.
Y estas cifras son bellas e instructivas, porque estamos hablando de un sector compuesto por enormes conglomerados públicos que compiten, tirando con pólvora del Rey, con empresas privadas -a las que, además, pretenden absorber y absorben-, que son mucho más rentables que ellos. Y aún más curioso es que, como se ha visto en la batalla por Endesa, la Comisión Europea, en nombre de la libre competencia, amedrente a los privados y no tenga ni una palabra para las ventajistas compañías públicas.
Suez cae en bolsa, y a nadie puede extrañarle.