La historia del Cristianismo es la historia de una batalla continua contra el sofisma, aquello que tiene apariencia de verdad pero esconde un gran embuste. Uno de los sofismas de la modernidad es que la moral católica es de derechas. En España, sin ir más lejos, me vienen a la memoria dos periodistas y un partido (como diría René Goscinny, dos hombres y una legión de romanos), un tal Federico, un tal Pedro José más el Partido Popular, que utilizan con entusiasmo a la Iglesia para favorecer a la derecha política. No se cómo se me ha podido ocurrir este ejemplo.
Regresando a la verdad, volviendo a lo nuestro, como todo tópico, el antedicho tiene su parte de razón. En efecto, a los cristianos no nos dejan ser de izquierdas, precisamente desde que la izquierda se hizo progre, y en lugar de luchar por la justicia social se ha dedicado al dogma único de la progresía: "Abajo los curas y arriba las faldas".
Pero, afortunadamente, esta incompatibilidad entre Cristianismo e izquierda está en trance de solución. No porque la izquierda haya abandonado el progresismo –sólo hace falta contemplar a ZP para saber que cada día que pasa profundiza más en tan tediosa majadería-, sino porque la derecha también se nos está haciendo progre. Verbigracia: en el periodismo español la cosa está meridianamente clara: tenemos a El País, que es un el progresismo de izquierdas, y contamos con El Mundo, que es el progresismo de derechas. Ambos, Janli Cebrián y Pedro José, le sacuden a la Iglesia con idéntico entusiasmo, ambos son aborteros, ambos son divorcistas, ambos forman parte del Lobby rosa, etc.
Pero no sólo eso. Por ejemplo, en materia de migración, una de las claves de nuestro tiempo, la postura cristiana se próxima más a la izquierda progre que ala derecha progre. Está más cerca –sin estar exactamente al lado- de la llamada socialdemocracia que del conservadurismo. La genial agencia Zenit (¿qué haríamos sin ella?) nos informa del trabajo conjunto que los episcopados estadounidense y mexicano están realizando a favor de la migración hispana. Y reparten candela con idéntico empeño al republicano George Bush y al conservador Felipe Calderón por sus políticas migratorias. A Bush le dicen que legalice a los 12 millones de ilegales hispanos que viven en Estados Unidos, que no cierre las fronteras y que, lo más importante, no impida el reagrupamiento familiar (en esto la Unión Europea es aún más dura que Estados Unidos). También Calderón, otro líder derechista, recibe lo suyo: si el modelo económico mexicano permitiera crear empleos y pagar salarios dignos a los trabajadores menos cualificados, éstos no tendrían que jugarse la vida en el desierto para ser explotados en los Estados Unidos. Los prelados mexicanos y los prelados USA tienen igual de claro que la Doctrina Social de la Iglesia no puede aceptar el actual esquema global, propio del liberalismo progre, que pretende liberalizara los movimientos de capital y de productos… mientras continúa cerrando la frontera a las personas. Chesterton ya lo dijo hace 100 años: el enemigo de la familia –otro principio socialcristiano básico- no está en Moscú, sino en Manhattan.
Precisamente en Estados Unidos, contamos con el arquetipo de progresismo de derechas, al que yo sí calificaría de ultraderecha: el delirante gobernador del Estado de California, Arnold Schwarzenegger, el tipo que quiere destrozar embriones al tiempo que aconseja dejar morir de sed a los inmigrantes ilegales hispanos en el desierto. El enemigo del cristianismo, en efecto, no sólo está en Nueva York, sino en Los Ángeles, y se trata de chicos "de derechas de toda la vida".
Eulogio López