Ségolène Royal ha ganado las primarias en el Partido Socialista Francés, imponiéndose a Laurent Fabius y a Dominique Strauss-Kahn. No es una buena noticia, al menos para quien consideramos que una de las plagas de la humanidad actual es el feminismo. Como ministra de Enseñanza Escolar, Familia e Infancia, tuvo la genial idea de permitir la distribución de la píldora postcoital y, para facilitar más el acceso a las adolescentes de noche loca, financiación de la misma su distribución a espadas de los padres, en los colegios franceses. Es decir, que pretendía cargarse la educación, la familia y los niños, con una misma medida. Está claro que Ségolène es una mujer progresista.

Otro de sus logros políticos que también data de 1999- consistió en la regulación del llamado PACS, registro donde las parejas homosexuales pueden inscribirse para acceder a desgravaciones fiscales, etc. No es tan progresista como el gaymonio adoptante de niños de nuestro ZP, más que nada porque los franceses son menos borregos que los españoles y no les gusta jugar con las cosas de comer, pero Royal ya puso su granito de arena, y estamos seguros de que no hay nada como dejarle hacer.

Al personaje ya le conocíamos, pero durante la última semana ha tenido otra de esas salidas de pata de banco que nos identifican al personaje. Resulta que un debate frente a Strauss-Kah, doña Ségolène metió la gamba acerca del Tratado de No Proliferación Nuclear. Cuando Dominique le corrigió, Royal calló, pero se ha pasado hasta el fin de la campaña afirmando que tanto Strauss-Kahn como Fabius son dos... machistas.

Acepción tan original no podía faltar. Es que el feminismo está tan incardinado en la vida pública europea, que toda mujer que no aprueba en la universidad, que no sube en el trabajo o que simplemente no obtiene lo que quiere, tiene una excusa justificadora pronta y definitiva. Es el machismo imperante. El argumento se puede estirar justo hasta donde ha llegado ya: la mujer no es culpable de nada, porque sus fracasos no son producto de ella, sino del machismo ambiental. Es genial como Ségolène.