La ley del aborto promulgada por la izquierda en la última legislatura de Zapatero lleva a convertir a la mujer en un mero objeto sexual.
La realidad lo demuestra, ¿qué ha pasado desde entonces? En primer lugar, que una buena parte de la sociedad civil se ha rebelado contra esta nueva concepción socialista de la mujer como objeto sexual y que entraña un atentado contra el primero de los derechos humanos: la vida. Y, en segundo lugar, que al feminismo radical le ha salido un grano con la aparición de otro feminismo de signo mucho más progresista y no necesariamente vinculado a convicciones morales religiosas, que exige de los poderes públicos la protección del derecho a la maternidad.
Este grupo, mucho más numeroso de lo imaginado, es el que considera que la mujer está sometida a una constante violencia "de género" que rechaza las consecuencias de las relaciones sexuales y mira con desprecio a la mujer embarazada.
Curiosamente, aquí se registra una contradicción sociológica que vincula el relativismo de cierto progresismo de hoy con el pragmatismo laboral de la dictadura franquista, cuando las grandes empresas rescindían los contratos de las mujeres cuando quedaban embarazadas. De ahí que esa izquierda abortista se sorprenda -y se indigne hipócritamente- al descubrir que un gobierno "de derechas", que cuenta con políticos de gran prestigio intelectual, como puede ser el ministro de Justicia, ha tenido la sensibilidad de conectar con el feminismo conservador que defiende el derecho a la maternidad no como una alternativa al aborto sino como defensa de la propia naturaleza de la mujer.
Jesús Martínez Madrid