La verdad es que hay ateos profundos, que fundan su negación de Dios sobre aspectos cruciales de la historia de la Salvación. Verbigracia, Pepe Saramago, quien alcanzó un éxito de ventas de lo más feroz con "El Evangelio según Jesucristo", ahora llevado al teatro (lo que ha supuesto otra oportunidad formidable para aquello del marketing, de la promoción, como quien dice, algo que Saramago odia con todas sus fuerzas de ateo rojo anticonsumista pero que quiere, todo sea por el mensaje).
Pues bien, nos cuenta el ilustre escritor portugués lo siguiente: "Mi problema de ateo es entender por qué José se va sin avisar a los vecinos, teniendo la confidencia de Dios de que Herodes va a matar a los niños".
¡Ajajá! Te pillé muchacho. Mira, San José que parecía tan buenecito. Le dan el soplo y el muy vivo se lo calla. Un atentado de este calibre contra la más elemental solidaridad no podía producir sino la crisis de fe de cualquier hombre sensible, y no nos cabe la menor duda de que Saramago lo es en grado sumo.
No, no se crean que estoy extrapolando un texto, descontextualizándolo, que le dicen. No. Es más, si alguien duda de estas declaraciones, publicadas por el diario El Mundo en su edición del lunes 13, sirva la apoyatura de la autora de tan soberbio spot publicitario, perdón, reportaje periodístico, doña Begoña Pérez, quien explica la actitud del grandísimo escritor y profundísimo pensador, convirtiendo, como quien dice, el periodismo en ensayo y elevando la anécdota a categoría. Escuchemos a Begoña: "La versión libre del Evangelio concebida por Saramago partió de su incapacidad para comprender racionalmente la actitud de San José en la matanza de niños ordenada por Herodes".
Henos aquí, todos juntos, ante un problema insoluble, de carácter teológico, filosófico, antropológico y con un cierto aire deportivo-taurino. Un fenómeno mediático social como Saramago, que camina hacia la esencia de las cosas, no puede detenerse en aspectos tan vulgares como el hecho de que el ángel del relato evangélico advierte a José de que Herodes busca al niño para matarlo, sin precisar qué tipo de bestialidad realizará cuando no lo encuentre.
Eso es un pequeño detalle de escasa enjundia. Además, ¿no se trataba acaso de un ángel? Pues, entonces, el asunto está claro: el culpable es el ángel, y, para no matar al mensajero (cosa que no debe hacerse jamás de los jamases), el culpable es Dios, que sí sabía lo de la matanza de niños y sólo salvó a uno: al suyo, no te fastidia…
Y claro, un Dios que no avisa de la perfidia de un tirano (por cierto, capitalista) como Herodes el Grande, no merece que se crea en Él. Es más, Saramago llegó así a la conclusión de que Dios no existía, y probablemente tampoco San José: pura filfa inventada por los discípulos del Nazareno, gente de mente muy calenturienta.
¡Toma ya! Si esto no es crítica histórica de altura que venga Madariaga y se pronuncie…
Ahora que lo pienso, ¿cómo es posible llegar al ateísmo tras enfadarse con Dios? Otro problema insoluble, que sólo Saramago y Begoña Pérez pueden solventar. Supongo que en nueva versión: "El Evangelio sobre Pedro J.". O bien: "Me hice ateo cuando me enfadé con Dios".
Definitivo, queridos lectores. Simplemente, definitivo.
Eulogio López