El pasado miércoles, a las 19,15 horas, después de atravesar el control de seguridad de la Puerta C en la Terminal I de Barajas, padeciendo las consecuencias del rigor contra cinturón, americana, zapatos, ordenador etc. decidí tomar un refrigerio en el bar.

Sr. Director:

Plaza Mayor junto a las puertas 33 y 34. Con el café y el bollo en la bandeja fui hacia la caja y allí, frente a mí, encontré expuesto al público un cesto lleno de cucharas, otro con tenedores y otro con cuchillos ¡Todos de  acero inoxidable ¡Cogí dos cuchillos y pasé por caja para irme a sentar en la zona abierta del aeropuerto. Es evidente que nada me impedía echarlos en mi bolsa y embarcar.

En vista del sorprendente hallazgo, me hice una foto con los cuchillos y al terminar volví 50 metros sobre mis pasos y me dirigí al Guardia Civil que controlaba a los empleados del control de seguridad, le conté lo de los cuchillos y le sugerí la conveniencia de reportarlo al responsable de seguridad del Aeropuerto. Dirigiéndose a mi como caballero me dijo que el estaba allí para controlar a los que controlan, siguiendo las instrucciones de AENA y que lo del bar escapaba claramente a sus competencias; además me ilustró cómo  rasgando una lata de Coca cola de las que venden en el avión también se puede degollar a una azafata. Tanto le insistí que al final me dijo que sí, que daría el aviso. Ahí quedó la cosa.

De lo anterior, a bote pronto, se deduce la falta de respeto que se gasta esa gente que te obliga casi a desnudarte para nada y te quitan un cortaúñas dejando cuchillos al alcance de cualquiera;  de ello se llega a la conclusión de que la seguridad en Barajas es un caos y de que, siendo inútiles las medidas, si las mantienen es por motivos ajenos al peligro que nos dicen nos amenaza.

F. Javier Bravo

fjavierbravo@ya.com