Al diario Expansión no le ha parecido nada bien que las comunidades autónomas se hayan inventado un salario para pobres, que, más que menos, se ha consensuado en los 400 euros al mes. Es decir, sería una limosna, una pensión no contributiva para impecunes en edad laboral.
No le gusta porque, con razón, sospecha que no deja de ser una forma de desincentivar al trabajador que todavía puede trabajar. Pero hay otra razón más poderosa: los sueldos se dan a cambio de algo, aunque sea de un trabajo social, por mínimo que sea. Y hay un colectivo que, sin estar en el mercado laboral –o estando- ofrece a la sociedad un bien muy superior: hijos, futuros contribuyentes.
La sociedad europea, con un índice de natalidad por los suelos, no necesita salario social, sino salario maternal, que es mucho más justo. Que yo sepa. Ese salario, entendido hasta los 3 o los seis años de edad, dependiendo de lo que de de sí el presupuesto, sólo lo ha defendido el minoritario partido Familia y Vida. Los grandes partidos se han conformado con ayudas la maternidad, que por su miseria (100 euros al mes en el mejor de los casos) ayuda pero no es una razón suficiente para que una mujer escasa de recursos se anime a ser madre, y a ser posible varias veces.
Y, sin embargo, es una necesidad absolutamente urgente, la principal reivindicación laboral del Occidente actual.
Eulogio López