Cuando Sadam Husein condenaba a la horca, o a cualquiera de los otros sistemas de pena capital practicaba varios-, a sus adversarios políticos, a los kurdos o simplemente a aquellos iraquíes que se negaban a que sus hijas fueran violadas por los retoños del dictador, el dueño de Iraq invitaba al acontecimiento a las esposas e hijos de los ajusticiados. Una vez consumado el legal homicidio, Husein bajaba a saludar a sus invitados y pellizcaba, cariñoso que es el muchacho, las mejillas de los hijos del finado.

Ahora, Sadam se enfrenta a su propia medicina, y es lógico que surja el dilema sobre la pena de muerte. La pudorosa e impúdica, según las dos acepciones del término- Europa preferiría que se le enterrara en prisión de por vida, afirma que muerto el perro se acabó la rabia, y actúa en consecuencia. Los países árabes, tanto los talibanes de Irán como los dictadores capitalistas de Arabia, están con Estados Unidos: para acabar con el huseinismo, lo mejor es ejecutar a Husein. Ellos ya lo habrían hecho tiempo ha si hubieran podido.

Pero Europa no. Y Amnistía Internacional tampoco. Y, vaya por delante, en nuestra modestia, que esta vez Hispanidad coincide con AI y con Bruselas. El catecismo de la Iglesia Católica arrinconó la pena de muerte por una razón muy sencilla. Para la Iglesia, la única razón que justifica el homicidio legal es que una sociedad no pueda defenderse de otro modo de un individuo que puede ocasionarle graves riesgos. El Vaticano considera que en la sociedad actual apenas se dan estos casos. Y aunque Husein se aproximara al terreno de lo excepcional (en efecto, su permanencia en prisión, en el avispero iraquí, siempre será un elemento de incertidumbre- lo cierto es que también en Iraq, la sociedad pude permitirse el lujo de no mancharse con la sangre del tirano. Dicho de otra forma, se puede mantener la paz en Iraq aún con el tirano en prisión. El Nuevo Orden Mundial, en el presente caso, tiene tazón, Washington se equivoca.

Ahora bien, todo el Nuevo Orden Mundial (NOM) del que forma parte Amnistía Internacional, y constituido por los poderosos del planeta, y cuyo principal aportador, tanto de fondos como de materia gris, es Europa, y cuyo instrumento de actuación es Naciones Unidas, se apoya en la idea de que el hombre es un sujeto de derechos, pero, atención, sólo adquiere la condición de hombre después de haber nacido. Antes de nacer, sencillamente no es hombre y por tanto no es sujeto, ni de derechos ni de ninguna otra cosa. Tan formidable argumento viene impuesto por un principio (más bien final, y de tintes apocalípticos) anterior: la libertad sexual decretada en los años sesenta. Lo de la libertad sexual sin límites tenía un problema: si no pones límites al sexo, descubres que del sexo salen hijos sin parar. Ustedes dirán que esto es una obviedad, pero si hay algo a lo que se resiste la sociedad es a la obviedad. La institución que menos límites pone al sexo es el matrimonio cristiano, y de ahí que los católicos consecuentes tengan más hijos que los frívolos o, simplemente, que los no católicos. Y claro eso no podía ser.

Como una vez que habíamos entrado en el camino del sexo sin trabas y sin compromiso, algunos le cogieron el gusto, y hubo que inventar la píldora, es decir, el sexo seguroSeguro que no te vas a quedar preñada. (No se me pierdan, que enseguida vuelvo a Sadam). Y como la ley camina detrás de la sociedad, a menudo perdiendo el aliento, toda la nueva arquitectura de los derechos humanos, la que pregona el Nuevo Orden, tuvo que permitir, promocionar, auspiciar y subvencionar el aborto, es decir, tuvo que negarle la condición de personas al concebido y no nacido. Conclusión, el NOM apuesta por el sí al aborto y por el no a la pena capital. Por eso, las mismas asociaciones, por ejemplo AI, que defienden el homicidio legal del aborto claman para que no se perpetre homicidio legal contra Sadam Husein.

Esta ambivalencia es tan incoherente y tan absurda que resulta imposible encontrar un solo argumento en su favor. Que Sadam, un canalla asesino en serie mejor, en series- no deba ser ejecutado, y que cada año ejecuten, sólo en España a 95.000 inocentes indefensos parece insostenible. Por ello, el NOM se apoya en la jerga y no en la argumentación. Se apoya, sobe todo, en la imagen. A Sadam le vemos todos los días: a los nonatos no les vemos, y se intenta reprimir y ocultar aquellas técnicas que les convierten en visibles.

Sadam no debe ser ejecutado; los bebés no deben ser exterminados, el Nuevo Orden mundial no debe ser tan hipócrita, el público, víctima del NOM, no debemos ser incautos.

Eulogio López