La verdad es que, por una sola vez y sin que sirva de precedente, el director general de Telemadrid, Manuel Soriano, puso en antena un gran reportaje sobre los atentados del 11-M. Nada como las imágenes olvidadas de aquel día siniestro para colocar a cada uno en su lugar, especialmente a El País, la cadena SER y al propio Zapatero, tan convencidos como el Gobierno de que había sido ETA. A las 15,15 de aquel triste jueves, una hora y media después de que El País abriera su edición especial con la autoría de ETA, Hispanidad apostó por la autoría islámica, porque el atentado llevaba las características de la barbarie islámica, no de la barbarie etarra. Guardamos en nuestra hemeroteca todos los insultos que nos ganamos aquel día, por lo que disponemos de fuerza moral para mantener la postura que hemos venido manteniendo desde entonces: lo de menos es quién manipuló, porque manipularon todos, aunque fueron Alfredo Pérez Rubalcaba y su conexión con el grupo Polanco (a través de su hermano, hombre fuerte de PRISA) quienes se llevaran la palma.
No, más importante es el mensaje que España lanzó el mundo, al plegarse al terrorismo. Zapatero insiste en que esto es una infamia, pero no es otra cosa que la verdad: El terrorismo ganó ese día una gran batalla, porque, a través del asesinato más canallesco consiguió cambiar el Gobierno en una democracia occidental y consiguió romper Occidente (romperlo más de lo que ya estaba). Consiguió también atemorizar a un país y a un Gobierno, que se inventa la alianza de civilizaciones para tranquilizar a una fiera a la que no va a poder contentar nunca, por la sencilla razón de que lo quiere todo.
La segunda cuestión es la legitimidad. Me comentan mis fuentes en Presidencia del Gobierno que lo único que puede sacar de quicio ahora mismo a Zapatero es que le recuerden la otra gran verdad: que es presidente gracias a 192 asesinados, la otra infamia a la que se refiere Zapatero que, por lo demás, vive y reina ante una oposición dirigida por Mariano Rajoy. El líder de la oposición es un hombre ideológicamente aún más acomplejado que Aznar, con más capacidad para evitar conflictos que para solucionar problemas (curiosas esas encuestas que aprueban el talante de Zapatero pero desconfían de su capacidad), que se enfrenta a un Zapatero más capaz de suscitar odios a Aznar que adhesiones a su nueva era de diálogo y talante, algo que nadie se cree, muletilla que todo el pueblo utiliza para el pitorreo ambiental, pero que se ha convertido en la cantinela de todo el discurso cultural imperante.
Por eso, en España se está repitiendo el esquema de George Orwell en 1984: hay que reescribir la historia. A estas alturas, la mayoría de los españoles considera que el Partido Popular manipuló el 11-M (no hay que confundir la manipulación con la obsesión) cuando realmente fue el PSOE y el grupo PRISA quienes manipularon más. A estas alturas, legiones de sociólogos ya han conseguido convencer a la mayoría de que el PSOE hubiera llegado a la Moncloa con o sin 11-M (una mentira tan evidente que resulta increíble que alguien se la crea), y lo mismo podría decirse de la guerra de Iraq. Obsérvese el camino seguido por Berlusconi: retirada de tropas paulatina, anunciada hoy para el próximo mes de septiembre y paso a paso. Comparen esto con la actitud de Zapatero que ha colocado a España frente a Estados Unidos y despreciada por sus nuevos aliados, franceses y alemanes, que le utilizan como una marioneta.
Pero eso casi es lo de menos: lo que importa es el imperio de la mentira. Por eso, el PSOE se ha enfadado tanto con Telemadrid y con su director general, Manuel Soriano. Es casi la única televisión que controla el Partido Popular. Y la verdad, el reportaje fue magnífic obliga al PSOE a rasgarse las vestiduras y retirar el proceso de lavado de cerebro colectivo, una terapia nada desdeñable.
Eulogio López