Es verdad que contra determinadas formas de terrorismo, por ejemplo el secuestro, sólo cabe luchar, aunque en la lucha pueden caer inocentes. Ante un secuestrador no puedes ceder una vez o cederás siempre. Ahora bien, el ruso Vladimir Putin procede de la KGB y eso se nota. Para él, la mejor solución a un problema es la que resulta más eficaz, es decir, que el fin justifica los medios. Por ejemplo, terroristas chechenos secuestraron en Moscú, en 2002, a los espectadores de un teatro de Moscú. Putin no lo dudó: asaltó el local con gases con el resultado de 40 secuestradores muertos y 130 inocentes asimismo muertos. No parece un buen balance. Una cosa es atacar a los secuestradores minimizando riesgos para los secuestrados y no ceder jamás a sus reclamaciones y otra cosa es esto. Sí, es una cuestión de grado, pero cuando provocas 140 muertos inocentes el asunto se convierte en una cuestión de naturaleza, que diría el amigo Hegel.
Y ojo, por que la técnica de Putin ha dado resultado: ya no ha habido más secuestros masivos. Aún así, el método no es aceptable.
Lo del metro de Moscú, el pasado lunes, no ha sido secuestro: ha sido terrorismo suicida. Putin ha respondido en su tono habitual: Rusia eliminará a los terroristas. Pero ojo, no se trata de masacrar chechenos, es decir, inocentes. Se trata de perseguir a los culpables y de preguntarse por qué un par de mujeres ofrecen sus vidas, no para salvar otras sino para terminar con otras, que es lo que distingue a un mártir de un fanático. De otra forma, el terrorismo fanático habrá conseguido lo que se proponía: reducir nuestra libertad.
Eulogio López
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