La cosa ha empezado en Cataluña, que tiene elecciones en noviembre de 2010, sino antes. El Tripartito está en liquidación y ahora ERC y PP -sí, ambos- aspiran a la mano de la bella CiU, con un Artur Mas que ya se sabe ganador.

El programa de pactos es importante pero aún lo es más el hecho de que en el PSC ya hay aroma de derrota y que los socialistas catalanes han comenzado a buscar acomodo en empresas paraestatales, sociedades de gestión y grandes compañías privadas influenciables desde la Generalitat. Al grito de Pepe (Montilla, se entiende, colócanos a tós), los del PSC se han lanzado a cargos blindados, sean por su carácter para público o sea porque se trata de grandes empresas en las que seguir el viejo lema de los supervivientes: No hablar, no hacer, no molestar.

En el PSC el proceso ya está muy avanzado pero en el PSOE comienza a estarlo. Sí, para las Generales faltan dos años largos, pero el Zapatismo por vez primera, comienza a oler a descomposición. El único que no lo huele es Zapatero, pero es que la mentalidad del presidente del Gobierno es distinta a las de sus colaboradores: él tiene toda la intención de jubilarse en Moncloa. Además, CIU es en Cataluña mejor oposición que el PP en el conjunto del país.

Pero está claro que el fracaso frente a la crisis de ZP; fracaso estrepitoso, ridículo enorme, máximo desprestigio internacional, no podía permanecer impune. Además, a ZP se le queman los ministros a gran velocidad: Está quemada la ministra de Defensa, Carme Chacón, a quien ZP enviaría a Cataluña de buena gana, y a la que se adjudica una ristra de desastres: Afganistán, Kosovo, Alakrana, carrera militar, etc., como sustituta de Montilla; está quemada Bibiana Aído, cuyo futuro puede ser la alcaldía de Cádiz. Se quema por momentos la vicepresidenta primera Teresa Fernández de la Vega, a quien ZP colocaría en Valencia de buena gana. De Elena Salgado y su gestión económica se han convertido en el hazmerreír de Europa mientras Manuel Chaves pregona su senilidad política a los cuatro vientos y Sebastián abandona la labor de Gobierno y vuelve a recolocar amigos gestores en empresas afines.

La Batalla de Repsol, a la que habría que sumar Caja Madrid, es el comienzo de una deriva que puede llevar a colocar ex altos cargos en empresas afines, fomentando así un poco de deseable intervencionismo en empresas muy privadas pero siempre susceptibles a los peticiones de los políticos: Banca, energía, telecomunicaciones e información se llevan la palma en esta invasión de cargos públicos junto a, por supuesto, las cajas de ahorros. Ya no se trata de conquistar empresas, como en 2004. Ahora se trata de encontrar un hueco laboral para cuando nos den la patada. Todo sea por el bien común.

Y no me digan que estamos a mediados de legislatura: este intermedio es, precisamente, el momento adecuado. Si te quedas para el último tramo puedes perder el puesto.

Eulogio López

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