Sr. Director:
Madrid, 8 de abril de 2007, Domingo de Resurrección, Iglesia de San Carlos Borromeo. Tres sacerdotes: Enrique de Castro, Pepe Díaz y Javier Baeza, desobedeciendo al arzobispo de Madrid, D. Antonio María Rouco Varela, cumplieron su palabra de ofrecer a sus fieles una especial ceremonia.
¡Y qué ceremonia! Los tres sacerdotes fueron aplaudidos por sus fieles, quienes profirieron cánticos de "No, no, no nos moverán"... Estos sacerdotes predican un Catecismo y practican un culto no reconocidos por la Iglesia Católica, y han desafiado con constituirse en una "asamblea" parroquial dispuesta a seguir con sus actividades. La parroquia se ha convertido en un nido de herejías. Imparten la absolución colectiva y comulgan con rosquillas o turrón, en el colmo de los despropósitos litúrgicos y sacramentales.
La paciencia del cardenal se ha agotado y ha decidido poner coto a tantos desmanes". Las divisiones en la Iglesia se han convertido en algo normal, aburrido y hasta cutre. Periódicamente, en todas partes, surge algún iluminado que se cree tocado por varita del Espíritu Santo. Un punto de locura, la soberbia, la vanidad, el orgullo herido y el amor propio rematan la faena. Pasado algún tiempo, el diablo se lleva unos cuantos fieles despistados, el iluminado desaparece y ¡Hasta otra!
En su tiempo, el mismo Cristo se lamentaba de "Esta generación mala y adúltera…". En Mt 17,17 remacha: "Esta generación incrédula y perversa…" En otro momento, no conforme con algunas de sus palabras algunos de quienes le seguían empezaron a abandonarle. Vuelto a sus discípulos les pregunta: "También vosotros queréis marcharos". Pedro respondió: "¿A quién iríamos? nosotros sabemos que tú tienes palabras de vida eterna". Como se ve, en tiempos de Jesús no estaba mucho mejor la sociedad. Desde los primeros tiempos, la Iglesia se enfrenta a multitud de sectas y divisiones: simonías, cataristas, valderenses, petrolusianos,…
Lutero desgarra a la Iglesia con el protestantismo, que, a su vez, se divide en cientos de ramas, los opositores continúan con ideologías que combaten a Cristo: masones, comunistas, librepensadores, ateos,…hasta llegar en la actualidad a contabilizarse más de 38.000 sectas y pseudoreligiones, lo que, por otra parte, indica que el hombre no deja de buscar a Dios; sólo que quiere un Dios a su gusto y medida. Como en tiempos de Abraham cada familia quiere tener su ídolo. ¿Qué ha pasado, pues, con esos tres sacerdotes de Madrid? Que se han levantado contra la doctrina oficial de la Iglesia, contra el Papa, Obispos y miles de obispos y sacerdotes proclamando en voz alta: ¡Estáis todos muy equivocados, solo nosotros tenemos la verdad! ¡Sólo nosotros seguimos a Cristo!
Mientras, el personal repite: ¡Jo, ya estamos como todos los días! Estos pobres sacerdotes, seguro que bien intencionados y de cuyas almas se ha apoderado el Diablo han vuelto a levantar la bandera de Satán: ¡Non serviam! ¡ No serviré! Se vanaglorian de estar haciendo una buena labor con los pobres y necesitados; pero también la están haciendo miles de monjas, sacerdotes, organizaciones como Cáritas, Manos Unidos y mil más, todos ellos dentro de la Iglesia y a nivel mundial, no solo de un barrio de Madrid. Son muchos los que escudan tras los pobres para intentar justificar sus errores
¿Quiénes son los que se han adherido a esta aventura? Adictos a la fracasada Teología de la Liberación, rechazada por el Papa y con raíces marxistas; "titiriteros" blasfemos, ateos, y gentes cuya única voluntad parece no ser otra que la de causar daño a la Iglesia. En esta ocasión, incluso se dieron de comulgar mendrugos de pan y vasos de vino. El ansia de distinguirse, de ser mejores, de salir en los medios de comunicación nubla frecuentemente la inteligencia No ha habido siglo en que alguno no hayan creído haber enterrado, por lo menos dos veces, a la Iglesia Católica; pero la iglesia siempre se ha levantado, ha curado sus heridas y ha ido enterrando a sus enterradores. Y aquí sigue, como en los primeros días: siempre combatida y siempre victoriosa.
Esta guerra se libra desde Adán y Eva en el mundo entre Dios y Satanás. Entre el amor y el odio. Basta un hombre, lleno de odio y de mentira: Stalín, Hitler, Mao Tse Tung para destruir. Obsérvese que estos nunca triunfan. El Señor, para construir, se vale de Santos y Santas llenos de amor: hombres y mujeres como : María – Virgen de Fátima-, San Pedro, San Pablo, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, la Madre Teresa de Calcuta, …. Cristo, cuando fundó, su Iglesia sabía de que barro estamos hechos los hombres y por ello dotó a la misma de muy poquitas, pero definitivas frases, cuyo olvido, desconocimiento o rechazo son el origen de todos los conflictos y sectas.
Repito, lo que Jesús dijo y que no tenemos más remedio que repetir a menudo: a) "Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos" Si Jesús está con nosotros hasta el final del mundo , pase lo que pase, nunca desaparecerá su Iglesia b) En Mt 16, 18-19 Leemos: "Yo (Cristo) te digo a ti que tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en el cielo y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos" c) En Mt 18,18 Extiende la misma promesa a los apóstoles diciéndoles: "En verdad "os digo" que cuanto atareis en la tierra será atada en el cielo, y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo" Este texto es de suma importancia dogmática, puesto que en el se basa la superioridad jerárquica de San Pedro. Pedro es, pues, el llavero del reino de los cielos, el encargado de abrir y cerrar las puertas del Reino. Los verbos atar y desatar son dos metáforas clásicos de los rabinos y equivalen a prohibir y permitir.
En definitiva, cuando Pedro o el hombre de blanco del Vaticano habla, se acabó toda discusión. Con Cristo no se discute: se le acepta o se le rechaza íntegramente, pero no se le discute. Parece ser que la única institución donde uno puede "ser más papista que el Papa" es en Iglesia Católica; y aquí no nos jugamos la vida o el puesto de trabajo, nos jugamos la eternidad. Por otra parte, no hay organización que pueda subsistir sea de trabajo, deportes, política o cualquier otra si en ella no reina la "obediencia" a las reglas instituidas.
Alejo Fernandez Perez
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