El nieto del fallecido Augusto Pinochet, ha sido expulsado del Ejército por justificar, durante el entierro de su abuelo, el golpe militar de 1973. No entiendo qué esperaban que dijera un nieto sobre su abuelo recién fallecido, pero el trasfondo resulta más interesante que el proscenio.
El cese de Pinochito, se produce en la madrugada española de la Festividad de San Juan de la Cruz, y tiene mucho que ver con el poeta británico Roy Campbell, el hombre que ha pasado a la historia como el traductor al inglés de San Juan de la Cruz. Los angloparlantes leen la poesía del místico española a través de Campbell.
Hombre peleón, al que la progresía no logró vejar como fascista por dos razones: artísticamente pertenece a la vanguardia poética inglesa, inaugurada por T. S. Eliot y rubricado por su amiga y protegida Edith Sitwell. Políticamente porque, aunque apoyó a Franco durante la Guerra Civil española, también luchó con los aliados contra los nazis. Simplemente, Campbell apoyó a los nacionales porque el amigo San Juan de la Cruz le había llevado a convertirse al Cristianismo y había visto lo que el democrático Régimen de la II República hizo con los católicos en la España de los años 30.
Sin embargo, la progresía internacional, gente como Baltasar Garzón, por ejemplo, ha convencido al mundo de que dado que la II República y el Régimen de Salvador Allende, eran dos democracias, aquellos que se levantaron contra ella eran fascista. Demócratas y fascistas, exquisita simplificación que no precisa comentarios ulteriores y que tiene mucho crédito, porque algo había de verdad en lo de demócrata y algo de vedad en lo de fascistas. Sólo que no es toda la verdad, miren por dónde. Si ambas democracias se dedicaron a atacar a la Iglesia, eso, al parecer, no importa: eran gobiernos elegidos democráticamente y estaban legitimados para asesinar, amedrentar, censurar y robar a todo aquel que tuviera una convicción, pero lo hacían legalmente.
En el fondo estamos hablando de relativismo una vez más. Los republicanos españoles y los partidarios de Allende consideraban que aquel que se crea en posesión de la verdad debía ser castigado por antidemócrata. Y el relativismo exige lealtad perruna, mucho más que cualquier otro credo, escuela, doctrina, partido o fracción. No hay ideología que ate más firmemente especialmente a los vaivenes del capricho- que la ausencia de ideología, que el nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira.
Lo que la progresía relativista no entiende es que cada vez que, en nombre de la mayoría democrática, se pisoteen los derechos fundamentales de la persona, por ejemplo la libertad religiosa, surgirá la resistencia de lo más profundo que late en el hombre, su necesidad de Dios. Y ningún Estado de derecho podrá evitar que llegue un momento en que la defensa pasiva de ese derecho desemboque en legítima defensa.
Con esto, no estoy alabando a Pinochet, como no alabo el Franquismo. Pienso que, una vez restaurados esos derechos del hombre que la II República Española en España y Salvador Allende en Chile habían pisoteado, los golpistas Franco y Pinochet debían haber regresado a la libertad. El uno tardó 35 años y no cedió hasta su muerte, el otro 17, aunque cedió en vida. Y por cierto, ni la II República ni Allende hubieran dado ese paso si no hubieran sido derrocados: jamás.
Y así, al igual que el nieto de Pinochet, yo también justifico el Golpe ,militar de Franco, Mola y compañía así como el de Pinochet en Chile, porque, en nombre de la democracia, se estaba vulnerando algo mucho más importante que la democracia: los derechos humanos. Todo ello nos lleva, una vez más, a la vieja cuestión de Aristóteles: ¿Qué es democracia: lo que votan los demócratas o lo que preserva la democracia? La respuesta es la segunda: democracia es la aceptación de los principios que respetan y promueven los derechos fundamentales de la persona. Ergo, ¿era legítimo oponerse al muy democrático triunfo de Hitler en 1933? Sí, lo era. No se hizo y ocurrió lo que ocurrió. ¿Es legítimo oponerse a un democracia popular tipo Allende como la que había triunfado en las urnas? Sí lo era. ¿Era legítimo oponerse a cualquier triunfo electoral islámico como el de Irán, Argelia, o Turquía? Sí, lo era y lo es.
Sé que este modelo corre el riesgo de ser utilizado por cualquier golpista ansioso de poder o por cualquier movimiento demagógico, guerrilla, bandería o grupo terrorista. Ciertamente, pero es que la vida es riego, De hecho, podemos resumir la existencia de esta forma: la vida es riesgo y la verdad existe. Y no podemos negar la existencia de la verdad simplemente para eludir el riesgo.
Por lo demás, y hablando del derecho fundamental a la libertad religiosa, ni Franco ni Pinochet hubieran durado un solo año en el poder si hubieran atentado contra la fe cristiana de los españoles en el 36 o de los chilenos en el 73. Precisamente por eso fracasaron los democráticos Gobiernos de la II República y el de Salvador Allende. Son, en verdad, casos muy similares. Y, al mismo tiempo, la necesidad, sincera o estratégica, de ambos dictadores, de respetar esa fe hizo que la Iglesia dulcificara los rigores de sus respectivas dictaduras. Roy Campbell era un demócrata, pero, aún antes que eso, era un enamorado de la libertad. Democracia y libertad suelen ir juntas, pero ojo, no son una misma cosa.
Eulogio López