Precioso rifirrafe entre los diarios El Mundo y El País a propósito del caso Alierta, que bien podría convertirse en el caso Pedro J. Ramírez. Si ustedes leen ambos periódicos se enterarán de la verdad, pero no de toda la verdad.

 

Tiene toda la razón El País cuando advierte del curioso comportamiento del juez Santiago Torres y tiene razón cuando acusa a Pedro J. Ramírez de actuar por venganza. Dado que Alierta, como Antes Villalonga, le negaron el pan y la sal. Ambas cosa son ciertas.

 

Y tiene razón El Mundo cuando afirma que la operación del sobrino de Alierta que fue en su día perseguida por el PSOE (el PSOE de Zapatero perseguía en la oposición todo lo que suponía podía dañar al PP (el caso Aerolíneas Argentinas es otro buen ejemplo de ello) para olvidarse en cuanto llegó a la Moncloa) fue una operación que debía estar prohibida: un sobrino, con la esposa de su tía como accionista, no debe invertir en la empresa que preside su tío, gane o pierda.

 

Pero la acusación de información confidencial es muy endeble. Tanto es así que ya fue sobreseída por otros jueces.

 

Ahora bien, también tiene razón El País cuando habla de venganza (por cierto, robándole la definición a Hispanidad.com), en la actitud de El Mundo.

 

Lo más curioso de El Mundo es lo que no dice. Por ejemplo, en el programa La Mañana, de la cadena COPE, donde participa Pedro J. Ramírez (edición del lunes 5), el tertuliano Alberto Recarte preguntó a Ramírez si todo este caso no venía de la denuncia de unos "chorizos". Ramírez, cogido en falta (porque este es el punto que con más ahínco trata de ocultar), decidió fusilar a la asociación AUGE, es decir, a los chorizos, y afirmar que los hechos tienen valor independientemente del denunciante.

 

Muy cierto Pedro J., aunque ese principio bien podría aplicarse a otros casos que le conciernen directamente. No obstante, se le olvidó decir que, según propia confesión ante el grabador de la revista Época, el promotor de AUGE, José María Davó, ofrece suculentas confidencias de cómo actuaba de mutuo acuerdo con el diario El Mundo, es decir, con Pedro J. Ramírez.

 

Este es el problema: la utilización espuria de los tribunales y la instrumentalización del periodismo para intereses personales. El director de El Mundo actúa como una especie de Padrino, que periódicamente necesita escenificar su poder cargándose a un ministro o a un banquero. Es decir, la vieja definición de Orwell: poder es la capacidad de provocar dolor. En este sentido, Pedro J. Ramírez tiene mucho poder.

 

Por cierto, la denuncia del presidente de Telefónica, César Alierta, contra AUGE sigue su proceso: en septiembre podría abrirse juicio oral. Y entonces, ¿qué va a ocurrir?