El aborto es matar al nasciturus o niño nonato, incluso con una crueldad que traspasa el sadismo nazi. ¡Cuántas paradojas, semejanzas e incoherencias!
El Socialismo marxista, paradigma de los débiles, impulsó el aborto en Rusia bajo Lenin en los años veinte. Bajo el dominio de Hitler, el nacional-socialismo impulsó, en Alemania, la muerte de millones de judíos. En España, el socialismo, con Felipe González y sin referéndum, abrió la veda al aborto despenalizándolo en tres supuestos, que lo hicieron libre en la práctica, hasta escandalizar al verse las atrocidades de clínicas abortistas.
Los crímenes del nazismo fueron juzgados; los del marxismo, todavía no, y continúan bajo ropa de democracia. Ahora, el nacionalismo vasco ayuda a Zapatero para que lleve a cabo su sueño de convertir en derecho la ignominia de matanzas de niños en el vientre materno.
El nacionalismo vasco o PNV, muestra así su incoherencia, pues se llama católico y por un plato de lentejas vende su conciencia. Llamar progresismo al aborto es como llamar honestidad al robo, pacifismo a la guerra, laboriosidad a la vagancia. Ese progresismo es como el papel de celofán, preparado para disimular cualquier cosa.
Josefa Morales