El mayor error de Rodríguez Zapatero en su lucha contra el terrorismo, que más bien es un horror, es haber convertido a etarras y proetarras en las reinas de la fiesta. Un país que ha aumentado su población en ocho millones de personas (de 38 a 46) en menos de una década, vive pendiente de las tontunas de personajes como Otegui, Permach, Barrena o Goirizelaya, cuya dialéctica es muy similar a la de una mula de Zamora.
Detrás de todo terrorista hay una vedete. En el caso de ETA, ese vedetismo, esa obsesión pro ser el centro de atención de España, Francia y el mundo mundial es doble: por terroristas y por vascos. Ya dijo Ortega y Gasset que el defecto de los vascos es la soberbia, una disparatada tendencia a figurar en el escenario aunque sea para recibir tomatazos.
Frente a ellos, se encuentran a personajes como Mr. Bean, un personaje que vive en la España de la Guerra civil, terminada hace cerca de 70 años. ZP es, antes que nada, un resentido, y con tal de vender a la derecha es capaz de aliarse con el diablo. Para ZP el malo no es el terrorista, sino el PP, donde encarna todos las tragedias del universo. Ni tan siquiera repara en que la derecha de hoy nada tiene que ver con la derecha de 1936 (en algunos aspectos para bien, en otros para mal). Es igual, para ZP es el enemigo, y para batirle se puede hablar incluso con ese "hombre de paz" que es Arnaldo Otegui.
La ficción es muy aceptable porque, en efecto, a lo mejor un día hay que hablar con ETA. No, el error, y el horror, de ZP ha consistido en encubrir a la bestia con tal de aislar al PP. En ese momento, El Gobierno entró en la locura de Javier Arzallus: "Unos menean el nogal y otros recogemos las nueces". Naturalmente, ha ocurrido lo que tenía que ocurrir: La bestia le ha mordido la mano porque, como es una bestia, nunca se podrá sentir satisfecha… ni tan siquiera con su propio triunfo. Y es que con los terroristas sí hay que dialogar y negociar: e incluso tenderles el puente de su retirada.
Pues bien, el error de ZP ha consistido en convertir a ETA y su mundo, otra vez, en protagonista de la vida política española, de sus medios informativos, y casi de sus discusiones filosóficas. Cuando se supo la noticia de la ruptura de la tregua –¿pero no se había roto en Barajas?- un famoso comentarista político abandonó el viaje que realizaba para volver a Madrid: al parecer, el futuro de España dependía de sus sabias interpretaciones sobre la ruptura. Ya lo dijo Obelix: "Están locos estos romanos".
Esa atmósfera da alas a personajillos como el mencionado Otegui quien, con tal de ser el centro de todas las miradas, sería capaz de aparece en ‘neglillé'.
Eulogio López