Con una temática que recuerda a Blade Runner, Nunca me abandones es una fábula moral con una envoltura de inquietante relato de ciencia ficción que alerta sobre los peligros de la manipulación genética y la creación de personas-medicamento. Kathy, una joven de 30 años, rememora su infancia en el singular internado de Hailsham, donde convivió con otros huérfanos y en el que, por escrúpulos de conciencia de una profesora, conoció su desgraciado futuro. Creados para servir como donantes humanos, tanto Kathy como el amor de su vida: Tommy o Ruth, su mejor amiga, asisten resignados y sin rebelarse a su negro porvenir. Una breve existencia marcada por el sacrificio y la renuncia que no parece perturbar a una sociedad instalada en el bienestar que, para alargar su vida, cierra los ojos ante la matanza de esos seres casi perfectos capaces de sentir todo tipo de emociones y (como se decía en Blade Runner de los replicantes) ser más humanos que los humanos.
Basada en una de la mejores obras del novelista inglés, de origen nipón, Kazuo Ishiguro, Nunca me abandones es una distopia, es decir una visión de un mundo peor que el nuestro. Este acercamiento desasosegante y fatalista se realiza en una curiosa versión retrofuturista, que sitúa a los personajes entre los años 70 y 90 del pasado siglo XX.
La película, dirigida por Mark Romanek (Retratos de una obsesión), mantiene el tono melancólico de la novela, así como ese sombrío vocabulario lleno de circunloquios en los que no se habla de muerte sino de finalización, no se habla de trasplantes de órganos sino de donacionesTodo ello bien defendido interpretativamente por un trío de espléndidos actores: Carey Mulligan, Kiera Knightley y Andrew Garfield.
Al fondo y como reflexión ética, toda la película reivindica la naturaleza única e irrepetible de cualquier ser humano poseedor de un alma inmortal.
Para: Los que quieran ver cine de calidad