Tras el fracaso gallego (el que ha fracasado es él, no Acebes ni Zaplana) el presidente del PP necesitaba dar un golpe de fuerza, no para aproximarse a La Moncloa, sino para asentarse en su propio partido, para que no le ocurra lo que dicen en Moncloa: que a Rajoy se le está poniendo cara de Almunia. Induciendo a Piqué, un personaje que tiende a creerse sus propias mentiras, a expresar en voz alta sus prejuicios, y a continuación, regañando a Piqué y apoyando a Acebes y Zaplana, ha conseguido justo lo que pretendía: liquidar políticamente a los tres. Rajoy se ha propuesto rodearse de jóvenes meritorios (y muy centro-reformistas, claro está), y quitarse de en medio a cualquier posible ex ministro, o simplemente veterano de la Administración Aznar, más duros de pelar, más remisos a dejarse engatusar con un par de lugares comunes, como ese tan bonito de centrar el partido, que consiste, si no lo he entendido mal, en situarse justo en la postura que les ha llevado a no ganar una sola elección desde el 11 de marzo de 2004.
Pero las estrategias, retorcidas como una viruta, de Rajoy no nos van sacar de la oscuridad. Resulta mucho más interesante comprobar de qué forma percibe esas estrategias la llamada opinión publicada, es decir, nuestro articulista, porque se suponen son los que le prestan a la sociedad las ideas-fuerza más convenientes y políticamente correctas. Así, por ejemplo, nuestro plumífero advierte que sectores del PP creen que el partido ha caído en la trampa de implicarse en debates sociales. Por sociales naturalmente, se entiende cualquier cuestión con implicaciones éticas. Lo que ahora ha dado en llamarse valores: matrimonio gay, manipulación de embriones humanos, clases de religión y lo que viene. Es decir, vida, familia y cristianismo, por si no habían caído. No hay mentira más peligrosa que aquella que se acerca a la verdad. Y es cierto que la degeneración mental de la vieja Europa ha hecho cierta la estrategia de la que ayer hablaba Hispanidad, la de Pepiño Blanco, y la de Alfredo Pérez Rubalcaba: el voto católico no existe, pero sí existe el voto anticatólico.
Ahora bien, a nuestro analista hay que hacerle dos precisiones: en primer lugar esa situación es temporal: lo único bueno que tiene la degeneración es que, por su propia naturaleza, no puede durar mucho. El segundo recordatorio es mucho más evidente, por tanto mucho más olvidado : oiga, con los principios no se juega. Aunque defender la familia me haga perder votos, no pudo dejar de defenderla.
Supongamos que nuestro articulista tiene toda la razón. El PP no debe preocuparse de tontería como el matrimonio gay o la supresión de las clases de religión en las escuelas, o el divorcio sin causa. Perfecto. Entonces, ¿dónde debe dar la pantalla política al PSOE? Aquí tienen la respuesta: Hay mucha gente en el partido que considera que es necesario trasmitir un mensaje a la sociedad que no sea exclusivamente de derechas (ya saben: defender la vida humana más débil, o la familia natural es ser de derechas) para conseguir dirigirse a un amplio espectador social.
¿Pero de qué estamos hablando? Pues muy sencillo, la oposición de centro, la del amplio espectro, está claro que debe ser la de siempre: El líder catalán no se equivoca a este respecto. Es cierto que en la cúpula popular hay sectores que están reclamando un giro al centro y una mayor beligerancia contra el Gobierno en aquellos asuntos en los que consideran que el Ejecutivo socialista está haciendo aguas: la lucha antiterrorista y, sobe todo, la economía.
¿De verdad está haciendo aguas en esos dos aspectos? Vamos a ver: en año y medio el Ministerio de Interior ha detenido a más etarras que en toda la segunda legislatura popular, y tampoco están mal los éxitos conseguidos contra el terrorismo islámico, por parte del comecuras Alonso, ministro del Interior. E incluso hay que darle notable, a pesar de sus creencias, a la política de inmigración, al menos en su relación con el terrorismo. Otra cosa es que Zapatero esté dispuesto a pactar con el mismo diablo si no logra aislar al Partido Popular. Pero el terrorismo, amigo mío, no está haciendo aguas. Es más, el Gobierno Zapatero se merece un notable en la lucha antiterrorista, otra cosa es que lo merezca en su política contra ETA.
Vamos con la segunda sugerencia de nuestro hombre, insisto, fiel reflejo de cierto pensamiento ambientalmente dominante. ¿La economía va mal? Bueno, si se considera la especulación financiera rampante que asola Occidente y que tiene todos los visos de acabar mal, estoy de acuerdo. Pero si nos atenemos a los termómetros clásicos, PIB, Control del déficit, inflación y creación de empleo, la economía no hace aguas con Zapatero. Antes al contrario, la economía iría ciertamente bien. No entro en el modelo de crecimiento ni en la política empresarial ni en la inacción fiscal laboral: lo que digo es que las cifras son buenas, incluso mejores que con Aznar-Rato. Crecemos por encima del 3% y no hay razón para pensar que no vamos a seguir en esa línea.
En definitiva, los modernos centro-reformistas, como Rajoy o nuestro innombrable comunista, consideran que el partido debe abandonar cualquier principio ético y dedicarse a fastidiar al PSOE en política terrorista y economía. Pues bien, servidor piensa que lo que necesita el PP es justamente lo contrario. Lo que necesita el PP es descentrarse, volver a los principios, valores, moral o como quieran llamarlo que abandonó para seguir la más sublime de las mariconadas: el centro-reformismo. Uno opina que un PP defensor de la vida, de la familia, de la libertad religiosa, del respeto al disidente, un PP que no se quedara en el sí condicional al Tratado Constitucional europeo, sino que sencillamente hubiera apostado por el no, un PP que hubiera sido más generoso que el PSOE en materia de Salario Mínimo y en la legalización de inmigrantes, un PP capaz de decir que España ya está convenientemente descentralizada (el único que lo ha dicho ha sido el socialista Rodríguez Ibarra, que les ha robado la idea), un PP, en resumen, sin complejos se habría ganado a varios millones de españoles huérfanos de voto. Y es que los valores también dan votos.
El centro-reformismo no es más que tecnocracia y aquí hay un país (en Europa hay muchos países) deseosos de políticos que les ilusionen, porque están tan desilusionados que nada les emociona ni nada les conmueve. Como aquella pintada electoral que apareció en Perú. No queremos realidades, queremos promesas. Píntenos un mundo mejor señores políticos, aunque sepamos que son ustedes incapaces de proporcionárnoslo. En el entretanto, nos divertiremos soñando en lugar de aburrirnos despiertos. Y aún más: fiados de los principios y no de las realidades, con gobiernos más ilusionantes que eficaces, a lo mejor descubrimos que, a la postre, nada hay más práctico que una buena teoría, y nada más eficiente que una conciencia recta, ni nada más divertido que la coherencia.
Eulogio López