Hasta el gran Botín debe rendir pleitesía a los fondos de inversión y de pensiones, esos organismos sin ojos que son los propietarios de todas las multinacionales que cotizan en Bolsa. Por eso no puede colocar a su hija Ana Patricia como consejera delegada del Grupo Santander: no está bien que el padre presida y la hija ejecute. No. No está bien visto.
Viene esto a cuento porque en vísperas de la Junta General de Accionistas del Santander, que se celebra en Santander el próximo viernes, en la ciudad de Boadilla del Monte no se habla de otra cosa: Alfredo Sáenz, vicepresidente y Ceo del Santander quiere irse. El hombre con el que Botín ha llegado a entroncar mejor está harto de que desde la sentencia del caso Olabarría Delclaux, se haya convertido en un marginado.
Su principal enemigo son los hermanos Rodríguez Iniciarte, Matías y Juan, especialmente éste último. No le importaría ser consejero delegado y ha visto su oportunidad, como tampoco le importaría que lo fuera su hombre de confianza, Enrique García Candelas. Eso sí, Candelas tiene un problema: no sabe inglés.
Luego está Francisco Luzón que sigue a la espera de una oportunidad y que aún sueña con jubilarse como Ceo del Santander. Y el entorno de Botín tampoco ama a Sáenz, demasiado pegado a don Emilio.
De hecho, el Ceo se ha quedado sólo con un grupo de fieles. A saber: Juan Antonio Álvarez, director financiero, Adolfo Lagos, de Banca Mayorista Global, José María Fuster, de Medios, y Javier Peralta, en Riesgos. Gente capaz pero poco amante de la política de poder en la entidad.
Y mientras, la acción se derrumba, los analistas hablan de una cartera de inmuebles con más minusvalías de las reconocidas, de hecho, tras diez años de aplastante victoria del Santander sobre el BBVA en materia de cotización, por primera vez este año el banco vasco ha sido mejor que el cántabro: en lo que va de año, la acción del Santander cae un 3,834% y la de BBVA un 0,397%). Además, los expertos hablan sobre todo de una estructura de mando que hasta ahora siempre ha estado clara y ahora no lo es tanto.
La Junta será, como todas las del Santander, tranquila y serena, pero los corrillos van a resultar extremadamente interesantes.
Sáenz se quiere ir, y sólo si recibe el apoyo incontestable y público de Botín pensará en quedarse. Pero a don Emilio no le gustan ese tipo de apoyos. Necesita a sus enemigos para otros menesteres. Por ejemplo, para la sucesión.
Eulogio López
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