En este diario no somos sospechosos de los pecados del PSOE ni de los del PP. Creemos que ese pobre hombre llamado Ángel Acebes no mintió en la mañana del 11 de marzo, y que en el mejor de los casos confundió, contra todo sentido común, sus deseos con la realidad. Y digo que no somos culpables de nada porque, esa misma tristísima mañana, mientras El País acusaba a ETA de la matanza, Hispanidad apostaba por la autoría islámica... y bien que nos insultaron por ello.
Los mismos deseos que tenía el PP de que fuera ETA los tenía el PSOE de que fueran los musulmanes para poder relacionar el apoyo a la guerra de Iraq por parte del PP con la "respuesta" de los islámicos, pobrecitos ellos, amenazados por el pérfido Bush y el no menos pérfido Aznar.
A partir de ahí, tan repugnante fue la actitud del PP como la del PSOE, sólo que la primera repugnancia no cuajó y la segunda sí. A partir del 14 de marzo, ZP se propuso dos tareas:
1. Negar la evidencia de que había conseguido el triunfo sobre un catafalco de 192 víctimas. Evidencias porque hasta el 10 de marzo, 22 encuestas daban ganador al PP y ni una sola al PSOE. Simplemente, ZP utilizó en su beneficio el dolor y la consternación de un país en estado de ‘shock' traumático.
2. Demostrar que él no es el conservador anti islámico sino el hombre que abría la mano al mahometano, bajo el epígrafe de la Alianza de Civilizaciones.
Y la cosa le ha ido bien. En efecto, como ocurre con Vito Corleone, cuando pagas a un mafioso éste te protege de todo mal. En España consiguió la nebulosa Al Qaeda su mayor éxito: cambiar un Gobierno a cambio de asesinar a sus habitantes. Al revés de lo que ocurrió en Estados Unidos, Reino Unido o Australia, el síndrome de Estocolmo funcionó en España, donde se impuso, y de ahí su popularidad, la política cobarde de Zapatero. Es triste reconocerlo, pero es la verdad.
Ahora bien, han pasado cuatro años, y a ZP se le ha acabado el estado de gracia. Lo que antes eran salvas pueden convertirse en lanzas. Dicho en pocas palabras: ahora mismo, mucho más que a un atentado de ETA -El PSOE ya ha lavado su imagen pactista con la escenificación de la máxima dureza ante la banda y la ilegalización de ANV y PCTV en tiempo de descuento- los socialistas temen un atentado islámico, porque todo el juego que se traen desde el 11-M saltaría por los aires. Demostraría que el fanatismo islámico no se vengó de Aznar por apoyar la guerra de Iraq (repitámoslo cuantas veces haga falta: guerra injusta e inmenso error del engreído Aznar) sino, como siempre, para demostrar quién manda. ZP no tuvo la culpa de encontrarse con ese ‘premio gordo', pero sí la tiene de amamantar un síndrome de Estocolmo, una cobardía indigna, y de negar la realidad.
Al igual que con ETA, ese premio noble de la mentira que es Alfredo Pérez Rubalcaba, insiste en que es más importante simular dureza con los islámicos que con los etarras. De ahí el numerito de las detenciones en Barcelona, con la afirmación de que estaban a punto de atentar en los transportes públicos catalanes, así como las continuas filtraciones del Gobierno a la prensa adicta sobre comandos paquistaníes deseosos de atentar en España. Seguro que los hay, pero el Gobierno exagera lo que conoce y filtra lo que ignora, para que, finalmente, si el atentado se produce, quede bien clara la postura firme del Ejecutivo frente al terrorismo islámico.
En la prensa española, dominada por el PSOE en un 80% y por el PP en el otro 20%, apenas se habla de ello. Para el primer 80% es un tabú oculto, para el otro 20% resulta imposible levantar la sospecha de que el PP mintió el 11-M (y lo más gracioso, insisto, es que estoy convencido de que no mintió, sólo fracasó). Pero ni ZP puede controlar los medios informativos foráneos, donde todas estas cuestiones no son tabú. Por ejemplo, lean La Stampa del miércoles 30: "Es difícil que España no conceda un segundo mandato a su jefe de Gobierno, sobre todo en el caso de José Luis Rodríguez Zapatero, dado que la evolución del consenso durante toda la legislatura ha sido lisonjera. Sin embargo, cuando falta poco más de un mes para el voto, el líder de la izquierda española no puede creer que tiene la victoria en el bolsillo. La ralentización económica de los últimos meses puede tener su peso, pero no es la mayor asechanza para el jefe del Gobierno español. Aunque nadie se atreve a hablar de ello, todos piensan, con inquietud que, como ocurrió con Aznar, un atentado terrorista, islamista o de ETA, antes del 9 de marzo, podría condenar a Zapatero al mismo destino". Pues eso.
Y es que la cobardía aumenta el miedo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com