No diría yo que es un libro bien construido, una crónica que engarce el ayer con el mañana con trasbordo en el día de hoy. No, tiene la estructura lineal de un escrito notarial. Pero debo ser muy poco esteta porque este libro es un jalón en mis lecturas, que no tienen muchos, con la excepción de todas y cada una de las obras de Gilbert K. Chesterton, naturalmente. Hablo de Medjugorje, obra de Jesús García, editado cómo no, por LibrosLibres, esa casa editorial irrepetible, del irrepetible Alex Rosal.
Poco sabía de esa aldea bosnia, perteneciente al arzobispado de Mostar,
perdida detrás de la vuelta del mundo. Los acontecimientos cinematográficos siempre ocurren en Nueva York pero la Madre del Creador del universo prefiere comunicarse visualmente con los hombres en una aldea bosnia donde nadie iría de vacaciones, quizás porque los dioses no precisan publicidad y los hombres vivimos de ella. Desde 1981, la Santísima Virgen se aparece a
seis adolescentes -ya no lo son- con una extraordinaria peculiaridad: se les
sigue apareciendo, a tres de ellos, diariamente. Sí, han leído bien: se les
sigue apareciendo a los seis, y a tres de ellos, diariamente.
Y también: la ciencia -hermoso nombre- ha auscultado hasta la saciedad a los
seis infelices -lo digo por lo de la paciencia que hay que tener con los
científicos-. Les han examinado médicos y psicólogos de todos los colores, además de un buen número de policías cuyos métodos eran un poco más expeditivos y menos tediosos que los de los científicos, pero igualmente desagradables. Y sí: mientras los agraciados ven -y hablan- a la Señora, les
puedes pinchar, situar ante los ojos el haz luminoso más cegador o en los oídos los 40 principales a todo volumen: ni se inmutan, ni se enteran. Estamos ante un milagro comprobable.
Entonces, ¿por qué no es más famoso Medjugorje? Esto nos llevaría a todo un tratado sobre semiología y semántica, incluso semiótica, en la sociedad de la información pero podemos ahorrarnos el esfuerzo si aceptamos que, en el siglo XXI, nada detiene el fluir informativo con la única excepción del prejuicio.
Especialmente en España, paraíso del prejuicio. Es triste escuchar a Iván
Dragicevic, uno de los videntes, cuando asegura que, de todo Occidente, España es el único país desde el que jamás le han llamado para hablar de las apariciones y de los mensajes de la Señora. Precisamente España, la "tierra de María". Y aún más duro escuchar a otra de las videntes, Vicka Bijakovici: "No es que en España no hayáis sido llamados, como los demás. Lo que se nota es la respuesta, el cuánto hemos respondido a la llamada de la Virgen".
Y, también, esto es lo que distingue a Medjugorje de Garabandal (Cantabria,
1961): los videntes bosnios fueron fieles a los cometidos de la Madre -que, como buena Madre, es exigente con sus hijos-. Por el contrario, las niñas-adolescentes de Garabandal (una de ellas acaba de morir) no. Y semejante parangón puede establecerse respecto al comportamiento de la jerarquía respecto a las apariciones: ningún apoyo en España y, aunque en Medjugorje los dos últimos obispos de la zona -Mostar- se han convertido en adversarios de las apariciones, Medjugorje ha contado desde el comienzo con una gran aliado: Juan Pablo II. Luego viene lo del morbo: no es ningún secreto para nadie -aunque pocos se atreven a decirlo para que no les tomen por locos- que las apariciones marianas se han acelerado en el siglo XX y que en todas ellas, se apunta a fin de ciclo, lo que tantos llaman fin del mundo y otros prefieren el término más documentado de juicio de las naciones, que no tiene por qué
coincidir con aquel... No debería producirnos reconcomio alguno el hecho de
hablar del fin del mundo porque, como asegura Leonardo Castellani, sin duda la cumbre del estudio del Apocalipsis en el mundo moderno, negar el fin del mundo es negar el Credo -"y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos"- y todo el dogma cristiano, que se basa en tres hechos: creación, redención y parusía.
Pues bien, Garabandal centró esas profecías marianas sobre el fin del mundo en la ya conocido -al menor entre quienes se ocupan de estos temas, a veces demasiado- el triángulo aviso/milagro/castigo. Por su parte, Medjugorje también tiene su propia historia milenarista. Y ojo, porque es muy habitual entre los videntes despreciara el morbo que tanto nos atrae al resto de los
mortales, porque, a fin de cuentas, el fin del mundo para cada uno no es más que su propia muerte. Otra de las videntes, Mirjana Bijakovici, lo explica así para la pluma de García: "La Gospa (Virgen María en croata), quiere que estemos preparado para presentarnos ante Dios cuando llegue nuestro momento y no perder el tiempo hablando del futuro".
Pero claro, aquí se da le mismo efecto del discurso escatológico de Cristo: no sabéis el día ni la hora pero nos proporciona pistas para conocer el momento, por lo que, me temo que la reflexión sobre el asunto no es ociosa. Especialmente si consideramos que, a la luz de los últimos tiempos, se
interpretan mejor los tiempos de ahora mismo.
Porque, a fin de cuentas, según el mensaje mariano que nos trasmite otro de los videntes e Medjugorje: "Lo que he empezado en Fátima (1917) lo acabaré en Medjugorje (1981 y siguientes), mi corazón vencerá".
Si quiere un consejo, corra la librería más próxima y compre este libro. Es demasiado importante como para dejarlo a un lado. Es un milagro comprobable y una rigurosa interpretación de eso que nos tiene tan confundidos: lo que pasa en el mundo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com