No creo que los antisistemas sean terroristas, tampoco chusma, aunque es evidente que ciertos grupos políticos extraparlamentarios se aprovechan de su ignorancia.

Los antisistema son, sencillamente, los que no tiene una razón para vivir. No se puede hablar de sujetos de extrema izquierda o de extrema derecha, porque apenas tienen otra ideología que la ausencia de ideología alguna, que siempre representa un problema considerable. ¿Son marxistas? No, no conocen ni a Carlos ni a Groucho. ¿Nazis? No, la globalización no ha provocado, desgraciadamente, mestizaje, pero sí ha mezclado razas y, aunque el racismo subsista, nunca será un problema, dado que existe consenso social contra el mismo (¡Quien pudiera decir lo mismo del aborto!)

Los antisistema constituyen el fin lógico de la modernidad. Hay antisistemas de todas las edades, pero algunos no se dedican a romper escaparates porque sufren de reuma. Rompen otra cosa: la razón, la familia, la vida, la función pública, la propiedad privada, la libertad. Los antisistemas son todos aquellos, ricos y pobres, jóvenes y viejos, hombres o mujeres que no han logrado dar un sentido a su vida. No son de izquierdas ni de derechas son de la desesperanza, constituyen el fin de la modernidad. Se dan al violencia porque la vida no tiene ningún sentido para ellos. Para ellos ser es ser compitiendo. Presentan, por último, los rasgos que caracterizan a todos los desesperados:

1.No confían en nadie.

2.Para ellos, ser es ser compitiendo. No se arrepentirse de nada ni muestran gratitud hacia nadie.

3.Por tanto, son incapaces de comprometerse con nada ni con anide, ni con un ideal ni con una persona.

Ahora bien, como dice Leonardo Castellani uno de los hombres más libres que he conocido era un jesuita que, además del cuarto voto, había hecho otros cinco o seis votos por su cuenta. Y aseguraba que con cada uno de ellos se había librado de una tiranía interna. La libertad no es un bien para conservarlo sino para invertirlo en una causa que merezca la pena. Concluyendo: la ausencia de compromiso de los antisistemas les convierte en liberticidas.

Los antisistema constituyen el producto lógico del modernismo, de hecho, son las última excrecencia de la modernidad. Insisto, hay mucho antisistema en despachos enmoquetados y entre los rentistas o brokers de Wall Street, donde sólo se respeta la ley de la oferta y la demanda entendida como ley de la selva y donde lo único que importa es ganar al adversario.

Hace algo menos de 100 años que Chesterton predijo dónde acabaría ese modernismo que hoy conocemos como progresismo y ya entonces dio la primera definición de lo que hoy conocemos como antisistema: La mente moderna asegura el británico- no puede decidirse... Cree que la mayor virtud es la apertura mental... pero tener la mente abierta es como tener la boca abierta: un signo de estupidez... la finalidad de abrir la mente, como el de abrir la boca, es cerrarla de nuevo sobre algo sólido.

Siento recurrir otra vez al maestro inglés pero es que hace 100 años dibujó a dónde nos conducía la rebelión modernista, hoy conocida como relativismo, visible hoy en la violencia gratuita de los antisistema y en sus hermanos gemelos, los estafadores Madoff, de la Calle del Muro, pues ambos funcionan bajo la misma máxima: Vale todo. Miren si no es posible reconocer las algaradas de este siglo XX en estas citas chestertonianas de comienzos del XX:

La máquina llegará a ser nuestro señor y la tecnología creará tantos problemas como los que resuelve... El mundo moderno es una multitud de coches de carrera obligados a parar en un atasco... la demencia del futuro no está tanto en Moscú como en Manhattan.

Eso por lo que respecta a la economía, pero aún es más importante la ideología, insisto, la ausencia de ideología o pura desesperanza de los antisistema. De esta forma, Chesterton anunciaba la llegada de un fatalismo popular basado en Freud... que exaltaría la lujuria al tiempo que prohibiría la fertilidad. ¿Conocen ustedes a muchos padres de familia que se dediquen a romper escaparates?

Sigamos: La modernidad provocará rebeliones, pero los nuevos rebeldes no crearán leyes, sino excepciones.

Religión (insisto, dicho hace casi 100 años): los cristianos alabarán todos los credos menos el propio... en la actualidad, la religión no está relacionada con credos y doctrinas sino, casi por completo, con la dieta, es decir, con el culto al cuerpo y la pervivencia aunque se trate de mera supervivencia. Los nuevos dioses son la salud y la seguridad.

Los antisistema, gamberros o capitalistas, quieren la reforma social. Escuchen a Chesterton: Existe el peligro de que el reformador social pueda desarrollar la locura de ese mismo millonario a quien denuncia, y descubra que ha aprendido a construir patrios de recreo y que ha olvidado jugar.

Volvamos a la desesperanza que calcina automóviles en las calles de la decadente Europa: Tenemos que odiar lo suficiente al mundo para querer cambiarlo y, al mismo tiempo, amarlo lo suficiente como para creer que merece la pena cambiarlo. Otra vez la esperanza que sólo se posee cuando la vida tiene un sentido, no cuando es un sinsentido.

Colofón-profecía, ahora cumplida: Antes de que la idea liberal muera o triunfe, asistiremos a guerras y persecuciones de un tipo tal que el mundo nunca ha visto.

Los antisistema no son más que la consecuencia de la desesperación. Y sólo Cristo puede curar esa desesperación, porque sólo la Iglesia puede dar una razón para vivir, una esperanza.
Volviendo al origen: no sólo hay que emitir sentencias justas, hay que hacer que se cumplan.
Eulogio López

eulogio@hispanidad.com