Lo repito, resisto, insisto y persisto: el intelectual era Juan Pablo II, Benedicto XVI no es un aburrido profesor, sino un alegre periodista como la copa de un pino, un tipo capaz de decir muchas cosas en pocas palabras. Ahí va a ese titular: "El cristianismo no es una filosofía ni una moral: es un encuentro".
Los malos titulares periodísticos dicen la verdad pero no toda la verdad, ocultan la parte mollar para resaltar los accidentes. Los buenos titulares hacen justamente lo contrario: sueltan la idea-fuerza aun a riesgo de minusvalorar o incluso de "mentir", destacando así una de las paradojas más habituales de una sociedad informativamente saturada: que el rigor no suele coincidir con la verdad.Quiero decir que el Cristianismo, y el Papa lo sabe mejor que nadie es una filosofía y una moral, pero sobre todo es un encuentro con un Dios que es a la vez una persona nacido en el año 1 de nuestra era en una zona del planeta hoy conocida como Israel. Por tanto bien puede decirse que, por ser indeciblemente menos importante que el encuentro, la filosofía y la moral son materias relevantes para pedantes y oliscones. En definitiva, a Benedicto XVI le importa poco el rigor y mucho más la verdad.
Se mantiene así el Papa en la misma línea de cuando cerró el interminable debate sobre el comienzo de la vida y la genocida conversión de los seres humanos pequeñitos, los embriones, en cosas manipulables con cuatro palabras: "Dios ama al embrión". Y esto lo dice, ojo, un hombre dotado de todos los parabienes académicos, de profesión profesor universitario, teólogo respetado, filósofo alabado, un hombre del claustro, pero no del claustro monacal, sino del académico.
Cuenta Teresa de Jesús que en cierta ocasión, durante un coloquio con Cristo le manifestaba su deseo de leer muchos libros, su afán, en suma, de sabiduría, tanto religiosa como profana -nada humano me es ajeno, que diría un existencialista unos cuantos siglos después-. Sin embargo, su Interlocutor no atendió la petición de Salomón, muy encomiable por otra parte. Simplemente, respondió: "Yo te daré libro vivo".
Claro, para qué ser un gran ensayista o científico si puedes comprender la realidad de forma inequívoca, para qué ser un gran científico si conoces el final de tus investigaciones, para qué leer una epopeya si puedes vivirla. Naturalmente, como renunció a la información, Teresa de Cepeda terminó siendo doctora de la Iglesia.
Benedicto XVI nos ha dado "libro vivo": dejen de filosofar, dejen de amonestar y vayan al encuentro de Cristo, siempre pendiente de la palabra del hombre. Libro vivo.
Eulogio López
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