Su frase se ha hecho célebre en 24 horas. El nuevo presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, ha dictado sentencia marmórea. "La mejor empresa pública es la que no existe". No deja de ser un plagio de la máxima periodística. "La mejor ley de prensa es la que no existe".
Y ya en pleno delirio neoliberal, que diría Borrell, ha pedido la privatización de todos los servicios públicos, seguramente con la sana intención de ser gestionados de forma eficiente, privada: por él mismo y con subvenciones públicas.
La historia del dúo Gonzalo Pascual-Gerardo Díaz Ferrán, es precisamente ésa: han hecho su fortuna a costa de que el sector público (empezando por la matriz, Viajes Marsans) les regalara empresas y, si se terciaba –caso Aerolíneas Argentinas- encima les ofreciera subvenciones para reflotar, con la eficacísima gestión privada, los regalos.
Generalmente, cuando el Estado malvende –y los gobiernos siempre malvenden- una empresa en crisis, lo que está haciendo es pagar a un gestor privado para que haga el trabajo sucio que él no se atreve a hacer por el coste político de despedir trabajadores.
¿Y seguro que la gestión privada es más eficaz que la pública? No lo parece. Por ejemplo, Spanair, gestionada por el dúo Pascual-Díaz, continúa en pérdidas, mientras Iberia, ya cuando era pública, estaba en beneficios. Por eso fue fácil privatizarla, si es que había que hacerlo. De Aerolíneas mejor no hablar: un desastre de gestión y una juez que ha imputado a Díaz y Pascual porque no sabe dónde fueron aparar la subvencione públicas, pagadas con el dinero de todos los españoles. En efecto, el nuevo presidente de la patronal española está imputado por
La verdad es que bajo esa apariencia revolucionaria, Díaz Ferrán se muestra desidiosamente obsoleto. A estas alturas del siglo- de este siglo y del anterior- debería saber que la diferencia no está entre lo público y lo privado, sino entre lo grandes y lo pequeño. Aprenda de Chesterton: ¿Qué más me da que todas las tierras del condado pertenezcan al Estado o pertenezcan al Duque de Wellington? El problema no es la naturaleza jurídica de la propiedad, sino su tamaño. La propiedad privada es maravillosa, siempre que esté suficientemente repartida entre la mayoría. Pero, a lo que se ve, al presidente de la patronal le encanta la propiedad privada, la suya, financiada con dinero público, el de todos.
Ahora que estamos con los vociferantes críticos del G-8 conviene recordar que situarse fuera del capitalismo no significa situarse fuera del Sistema. Personalmente me encanta el Sistema, en cuanto el Sistema es el de la democracia parlamentaria, y, con todos sus defectos, lo considera el mejor de los posibles. Lo que no me gusta es la democracia convertida en oligopolio, en aristocracia político-financiera, que hoy recibe el nombre de liberalismo. Por lo demás, me gusta tan poco el Foro de Davos como el de Portoalegre. Lo que divide a ambos es la línea del nuevo presidente de la CEOE: público frente a privado, una verdadera sosería. La batalla está entre lo grande y lo pequeño, entre la gran propiedad, a la que pertenecen Pascual y Ferrán, y la pequeña propiedad.
O sea, lo que no me gusta es la doctrina del nuevo presidente de la patronal CEOE, don Gerardo Díaz Ferrán. No me gusta su doctrina… pero su praxis todavía me gusta menos.
A mí lo que me gusta es que todas las personas puedan acceder aun a propiedad, privadísima, suya, con la que puedan desarrollar su vida, su familia, su hogar. Una propiedad que no sólo le facilite una vida cómoda sino una vida digna y algo noble por lo que luchar. O sea, que lo me gusta es la gente, esa misma gente que tanto parece disgustar a la izquierda socialista y a la derecha capitalista (perdón, liberal-progresista). El capitalismo quiere clientes que paguen; el socialismo, contribuyentes que paguen; Díaz Ferrán quieren clientes-contribuyentes paganos: yo sueño con un sistema formado por pequeños propietarios, que anhelan el grado de propiedad que les permite seguir siendo libres. Ni más ni menos.
Eulogio López