Firmé la compra de una caldera Beretta y quedaron con instalarla a finales de agosto. No cumplieron sus compromisos y vinieron a principios de septiembre. Muy profesionales, tardaron poco en instalarla y la dejaron en funcionamiento. Hasta aquí todo bien. Hasta que la semana pasada se me ocurrió llamar al fabricante para que viniera a certificar la caldera y sellar la garantía. Realizó las comprobaciones adecuadas. Todo bien. Pero me advirtió de que tenía una fuga importante en la instalación de Gas Natural. No era su competencia, así que debía de llamar a la empresa para que realizaran la supervisión y lo arreglaran. Firmó los papeles y se fue. Porque eso sí, papeles, se producen los suficientes como para deforestar el Amazonas.
Lógicamente, me preocupé y llamé al servicio de urgencia de Gas Natural. En menos de tres horas -como es su compromiso- se presentaron en mi domicilio. Comprobaron que la advertida fuga no era tal y aprovecharon para arremeter contra quien me había advertido en falso. "Dos errores ha cometido: si era verdad, por no clausurar la caldera; y si no lo es, por hacernos venir en balde", repetía el operario una y otra vez.
No obstante, al revisar la instalación, comprobaron que abriendo la llave del gas de la cocina, la presión era menor. Conclusión: había un pequeño escape de gas en la cocina. Además, me pidieron los papeles que certificaban la instalación de la nueva caldera
- No los tengo, pero los instaló una empresa colaboradora de Uds.
- Ya, pero le debían haber dado el certificado de instalación.
- Pues no lo tengo. Estos son mis papeles
Le enseñe toda mi ‘papelería', pero no fue suficiente. La caldera funcionaba perfectamente, pero no tenía papeles. Como los inmigrantes: están sanos y pueden trabajar, pero les falta ese sellito burocrático que tanto nos gusta en esta sociedad de funcionarios.
Los operarios de Gas Natural echaron pestes de su empresa colaboradora. Que si ahora es instalador cualquiera, que si se está perdiendo la profesionalidad, que esto son calderas, no chorizos, etc. Yo aguantando un chaparrón que me es ajeno. Lo mío no son las calderas. Pago para tener calefacción no para resolver los problemas internos de Gas Natural. La consultoría, la cobro, aunque ofrezco esta reflexión de manera generosa. Pero la cosa se pone fea cuando los técnicos de Gas Natural me dicen que clausuran la caldera por falta de papeles. ¿Qué hace mucho frío en enero? Mala suerte, haber tenido los papeles.
- Oiga, yo contraté con los de la mariposa.
- Ya, pero si se fijó bien, no era Gas Natural, sino empresa colaboradora
- La furgoneta estaba rotulada con la mariposa. Yo no leo la letra pequeña.
- Ya, pero no era Gas Natural y nosotros necesitamos el certificado técnico de instalación.
La conversación no avanzaba. Yo no entendía por qué diantres debía de pagar la falta de coordinación interna de Gas Natural. Pero lo pagué. Los señoritos decidieron resolver sus diferencias internas con mi caldera. "No podemos permitirnos que Ud. corra ningún riesgo; al fin y al cabo vivimos de Ud." Muy sinceros, aunque poco consecuentes. Clausuraron la llave general y la de la cocina. Tanto por el escape de gas como por tratarse de una caldera "sin papeles". Por supuesto, me negué a firmar la clausura. Y me negué también a obedecer. No voy a pasar frío en invierno porque los técnicos de Gas Natural tienen problemas de entendimiento entre ellos y sus subcontratas.
Al día siguiente llamo a la empresa colaboradora, EMOI. Me dicen que no está en el protocolo clausurar por problemas burocráticos. "Eso me parecía a mí", añado.
- ¿No ha llamado Ud. a los de Bertetta para echarles una bronca?
- ¿Para qué? Yo no quiero broncas, quiero calefacción y hablar -a ser posible- con un único interlocutor.
Vano intento. Finalmente quedamos con que me enviarían los papeles famosos para que yo se los pudiera remitir a Gas Natural, aunque me juraron y perjuraron que ya se los habían remitido a su empresa ‘madre'. También me recomendaron que llamara a Gas Natural para que me arreglaran la fuga, aunque me advirtieron que el servicio de urgencias "va en las tres horas, pero no suele hacer nada".
Me llegan los dichosos papeles. Eso sí fechados el 4 de diciembre, no en septiembre. Llamo a Gas Natural y le explicó que tengo los papeles y que también tengo una pequeña fuga en la cocina. Me dicen que vendrá un técnico en tres horas. No cumplen. A las tres horas y un cuarto hora llamo: "No sé qué habrá pasado; si tiene suerte llegará en 10 minutos, me ha dicho que ya va para allá". Finalmente llega a las cuatro horas. Ya me ha destrozado el sábado. Le doy los papeles. El técnico aprovecha para meterse con sus compañeros, que no entiende por qué han clausurado sólo por motivos administrativos, etc. Asunto finalmente resuelto.
Vamos a la fuga. Enchufa el aparatito. Nada. Luego, que sí. Comienza a revisar toda la instalación con un aparato más sofisticado. Nada. Después le pasa un mechero encendido por toda la tubería. Nada.
- Sus compañeros me han dicho que existe una diferencia de presión con la llave de la cocina encendida y apagada.
- Haber empezado por ahí. ¡Vaya listos! ¡Pues claro que hay diferencia! ¡Normal! Vaya, vaya, vaya, me cago en la leche. ¿Y no podían haber supervisado ellos donde estaba la fuga? Fíjese lo poco que se tarda.
El técnico me levanta la clausura general y la de la cocina y se va de la casa cabreado tras una hora supervisando toda la instalación.
Aquí acaba este calvario. Tengo calefacción y puedo cocinar. Y todo eso tras unos vaivenes absolutamente innecesarios. La empresa colaboradora desconfía de Gas Natural, Gas Natural de su colaboradora. Los técnicos de Beretta ponen como no digan dueñas a Gas Natural y a la empresa colaboradora y los técnicos de Gas Natural se critican entre sí. En medio, el usuario. El resultado final es: cuatro visitas domiciliarias de técnicos absolutamente inútiles. Eso significa pérdida de horas/hombre, recorte de eficacia y mal servicio para el usuario, que al final es el que paga el servicio y las ineficiencias.
La conclusión final es obvia. Cuando las subcontratas pleitean entre sí, el resultado final es coste y mal servicio. La realidad sería bien diferente si el centro de su actividad fuera el cliente. Pero el usuario no es sino el ‘pin-pan-pun' de empresa madre, colaboradora, instaladora y marca. La perfecta garantía de pérdida de eficacia y productividad. Exactamente lo que no nos podemos permitir en una economía abierta.
Luis Losada